EL CONSTRUCTOR DE CATEDRALES
Se trata de una narración basada en un hecho real. Visita de una iglesia construyéndose después de treinta años cerca de Madrid. La construía un particular sin otra ayuda, decía él, que limosnas y su propio esfuerzo. En el momento de la visita la construcción parecía definitivamente detenida, era julio de 1996.
Lo vi de lejos. Supe que era él, antes que mis amigos me lo confirmasen
Era la misma silueta que yo había visto días antes en el video que me mostraron en Amsterdam. De estatura baja, pelo rapado, figura inconfundible de un tosco campesino castellano. Barba cerrada, lengua confusa, pensamiento lento
Su obra estaba delante de nosotros. Su “catedral”. Inmensa. Anárquica. Genial. Inconclusa en el todo y en las partes. Como si hubieran trabajado en ella millares de hormigas loca. Todo aquel fantástico edificio ¿era una construcción o una descontrucción? ¿Una ruina? ¿El rompecabezas inacabado, frenético del hijo juguetón de un gigante loco imitación dispar de estilos arquitectónicos. En todas partes comienzos inacabados. En el interior cúpula inmensa y tentacular. En las desmesuradas paredes externas desde los cimientos hasta una altura de tres metros, existía aun un cierto orden, una cierta medida, un esbozo de razonamiento.. Parecía como si el niño, aun docil, hubiese seguido algunas reglas del arte, los consejos de sus preceptores. Aun había alineado con paciencia menudas piedras. Usó del cordel, la plomada y el nivel. ‘Se cansó? Más arriba amontona los materiales más heterogéneos sin orden ni concierto. Los amalgama con un derroche indescriptible de arena y cemento. Abandonados los sencillos instrumentos de todo albañil, prima el ojo y el ingenio anárquico. Los ángulos son dudosos y las lineas verticales u horizontales, parecen anguilas retozonas en orgasmos de apareamiento. Ya no hay ritmo sino un desorden que hiere el ojo del experto.
Resulta fácil detectar el desaliño constructivo, la precipitación y el olvido. Todo ello arreglado para que se sostenga, con ingeniosos remiendos y un derroche de fierros y cemento. A veces los errores se dejan como desafíos a cualquier orden constructivo. Por eso se ven enormes columnas que al llegar a su cima dejan un vacío entre el piso superior o el arquitrabe que se supone deberían sostener.. Son elementos que no tiene objeto porque no sostiene nada. Monstruosos adornos estériles Es como si esperasen que un da la monstruosa bóveda descendiese sobre ellos en un alarde de dinámica extraterrestre.
Por doquier reinan espirales de fierro y descomunales resortes, cumpliendo, a veces, rellenos de hormigón, los más extraños destinos. Pueden ser bordes de escalones, molduras de fingidos arcos, simulaciones de bóvedas petreas.
Toda la construcción parece un epítome de recuerdos arquitectónicos mal asimilados por una memoria incierta. Recuerdos de estilo románico de catedrales y castillos, quizá divisados desde lejos desde un tren en marcha. Torres almenadas de minúsculos ladrillos inhiestos. Baluartes, sin duda, para guerreros liliputienses. Delirio de ventanas románica u ojivales en corredores sin cuento.
Siempre heteroclitos a esos materiales modernos se les hace fingir formas que son propias de otros tiempos y otros materiales: piedras, arcos sin función constructiva, arquitrabes que no sostienen nada, molduras… Todo ello amarrado con alambrones, fierros diversos, vigas de acero y mucho cemento. Si, cemento en cantidades y concentraciones absurdas, como si se tratase de construir una colosal e indestructible lápida, ciclópea y eterna que descanse sobre algo horrendo, como si de la cripta inferior que se dice vacía, pudiese emerger algo horrendo.
En el interior del edificio resulta aun más patética la desmesura inacabada. Uno vuelve a dudar si se trata de algo inacabado o desbastado por una guerra. Mirando con algo más de atención ,e el desorden reinante aparece como una astuta disposición de mueseo. Algo que se desea que cause cierto efecto en los visitantes. Materiales y herramientas que a primera vista parecen abandonados en desorden a causa de la interrupción de los trabajos, fueron depositados estratégicamente por una mano diligente para causar esa impresión. Así el tractor con su pala alzada sujeta por un fragil listón de madera y que fue colocado frente a la entrada. La mesa del soldador con los electrodos dispersos, pero donde no aparece la máscara protectora indispensable para soldar. Las palas clavadas en un montón de arena cuidadosamente apilada, las carretillas…Para un observador avezado no son elementos de trabajo actual, sino reliquias del pasado.
¿Es que el titánico constructor se cansò de su inutil juego o bien que ya no supo como continuar? ¡Quien lo podrá saber! ¿Acaso la làpida monumental ya le pareció tan indestructible que juzgue innecesario continuar con su telaraña de fierro y cemento?
De repente comprendí. ¡Telaraña de fierro y cemento! ¿Acaso todo aquella construcción no parecía una gigantesca vulva idealizada y soñada? ¿símblo fálico de ansias insatisfechas? Había repetido el Constructor:
- ¡Estoy construyendo una catedral para la Virgen! ¡La Virgen del Pilar!
- ¡Ah! – pienso- ¡ la Virgen de vulva diminuta y falo gigantesco simbolizado en su columna.
Algo debió inspirar al Constructor y se dijo:
- Hagámosle una vulva gigantesca: digna de ser poseída. Yo mismo me rio de mis interpretaciones freudianas, que el insignificante hombrecillo de mano flácida me sugiere.
Cuando descendemos a la cripta, el pensamiento frio y lógico me abandona. De repente siento vacío de pensamiento. Me golpea una repentina intuición. Esa edificación monstruosa reposa sobre ALGO. ¿Habrá sido, muchos milenios antes un lugar sagrado como los que reposan sobre otros muchos santuarios? ¿Qué misterio puede encontrarse en aquel lugar? ¿Será uan tumba de héroes o santos?
Mientras observamos el edificio, el hombrecillo había desaparecido. Casi. Lo siento ahí, sobre nuestras cabezas. Lo diviso.. Está barriendo innecesaria y desmañadamente, como si estuviera ganando tiempo para algo. Se mueve agilmente. Se me antoja considerarle como una diminuta y diligente araña dentro de aquella tela gigantesca de fierro y cemento, acechando a alguien, que incauto se enrede en ella. Imagino que sobre aquellos andamios de altura de pesadilla donde se encuentra podría dejar caer sobre nuestras cabezas cualquier cosa. Nada, una pequeña piedrecilla bastaría y haría el efecto dfe una bala.
- ¡Oh! – gritaría él - ¡Qué horrible desgracia!
¿Habrían ocurrido muchas horribles desgracias durante esos treinta años de trabajo que el afirma trabajó ´”solo”? Si trabajó con otras personas los accidentes debieron ser frecuentes a no ser que la Virgen los protegiese con su manto.
Parecía qye ya habíamos visto todo. Mis amigos demostraron querer irse. La araña aparece de inmediato. Se acerca melosa y sonriente. Mis amigos hacen ademán de sacar dinero. No puedo ver los gestos del hombrecillo tapado por la estatura de Jan. ¿Estará extendiendo anhelante la mano para recibir el óbolo? Cuando el grupo no sedeshace y escucho que conversan me acerco. Me siento invadido de extraña ira. Me propongo no intervenir y solamenteescuchar pasivo.
Mis amigos le están dirigiendo una pregunta obvia que le deben haber hecho ya centenares de veces:
- ¿Por qué emprendió usted esta obra titánica
Yo habría formulado otras diferentes:
-¿Por qué había comenzado tantos edificios en una extensión tan grande sin terminar ninguno? ¿Quien le había proporcionado tantas toneladas de cemento y fierro? ¿Quien le había facilitado el transporte?
L aencilla pregunta mencionada yo esperaba la respuesta de un iluminado o la de un fanático. Una orden divina. Una aparición de la Virgen. Un voto. Nada de ello. El hombrecito se turbó, titubeó, tartamudeó. Finalmente sonrió complacido, pero balbucea incierto:
- ¡Hombre! ¡Yo! ¡Yo! ¡Saben! ¡Tengo una gran fe! ¡Ya lo deben haber lerdo.!
Señala una borrosa inscripción en el muro frontero::
Todo lo puedo en Aquel que me conforta.
Maquinalmente me digo que es una cita del Apostol Pablo. Continua con gesto amplio:
- Todo esto se lo dedico a la madre de Dios, a la Virgen del Pilar
Luego en forma inconexa comienza a relatar la leyenda popular y simplista de la Virgen del Pilar:
-Pues… ya saben…aun en carne mortal…viva…la Virgen se aparece al Apostol Santiago…pues estaba desalentado…a orillas del Ebro…la Basílica y todo eso
Grita tratando de subrayar sus palabras.- Luego…también,,, el Apostol Pablo – pierde el hilo - ..Saben estoy leyendoi un libro. Se lo puedo prestar.
Empieza a referirse a otra leyenda respecto a la Virgen del Carmen que se habría aparecido al profeta Elías Mis amigos holandeses parecen confusos y que no entienden nada .
El español salta entonces al episodio bíblico que no tiene que ver con lo anterior, que describe como Elías hace perecer dos veces seguidas a los emisarios del rey de Israel que lo querían detener por medio de fuego del cielo. Entonces dice muy serio que Dios manda matar a los infieles. Estas palabras me hacen despertar del sopor en que me mantenía el calor castellano que superaba los 40º en aquellos momentos. Me pregunto que era lo que intentaba deecir o si se quería justificar por algo. El continua y señala como Moises hace morir a los soldados del Faraón en el Mar Rojo, la orden de Dios de aniquilar a los cananeos y termina mencionando las Cruzadas
No puedo salir de mi asombro. Me siento paralogizado cuando él de repente parece darse cuenta que está justificando asesinatos sagrados. Y se siente obligado a justificarse sin que por nuestra parte haya mediado comentario alguno. Exclama:
- ¡Yo nunca he matado a nadie nunca! ¡Ni siquiera una mosca! No hice el servicio militar porque ser hijo de viuda.
‘Sintió que se había autodenunciado? ¿Qué había hablado demasiado?
Empieza a decir incoherencias sobre el Diablo y corta bruscamente la conversación.
Nos despedimos. Le doy la mano con repugnancia. Su mano es floja, lánguida, como babosa. De ninguna manera es una mano encallecida como resultado de treinta años de ruda construcción…
Treinta y cinco años antes la Sombra se sentó frente a un humilde campesino castellano en su pobre cocina. Conoce todo de él y lo ha elegido como su instrumento. Hacía pocos meses que aquel campesino había sido expulsado de un monasterio en el que había permanecido durante nueve años. Expulsión justa y humillante. La Sombra sabe estos detalles y los había incorporado a sus tortuosos planes No habría problemas, tenia en sus manos a un instrumento ignorante, dócil y estúpido.
- ¿Qué quiere el Régimen de mi ¿ preguntó el campesino empavorecido
- Dios y la Virgen te han destinado para que aquí en tu propio terruño construyas la última catedral de España.
El campesino bajó la cabeza y pareció empequeñecerse en su pequeña estatura.
- ¿Por qué yo? –gimió -.
- Es la voluntad de Dios para que expíes lo que tu ya sabes…-luego amenazador –si no obedeces, si no callas ¡todo se sabrá…La carcelel garrote vil, muerte horrenda que el verdugo, cuando se le ordena puede prolongar…
- ¡Noooo! ¡yo no quería!
- Lo hiciste. Si no hubiera sido por el secreto de la confesión tú no estarías aquí.
La Sombra se divierte sádicamente con el terror de su v´ctima. Le deja que le posea el miedo.
-Dios me lo mandó – grita finalmente el campesino.
A nosotros también - condescendiente la Sombra – Dios por medio de su Enviado nuestro Caudillo el representante de Dios en nuestra tierra, después del Papa. Dios lo hace siempre así recuerda: Godofredo de Buillon, San Fernando, San Luis…el Generalísimo Franco. Todos ellos seres providenciales para la humanidad. No lo olvides, toda catedral reposa sobre los cuerppos de los infieles sacrificados para la gloria de Dios. Los servidores de Satán rebeldes reposan aplastados por las moles de piedras consagradas al Altísimo. Ahora, como antes, toneladas de piedras, fierro y cemento serán la lápida bajo la que reposen los malditos rebeldes comunistas que ensuciaron nuestro país bendito..
Solamente los sabremos los escogidos. La pena temporal que un juez ignorante te habría impuesto se habrá cambiado por la gloria de que tu serás el último constructor de catedrales.
- Yo no sé nada de construcción gimió el campesino
- Todo lo puedes en quienes te confortaremos. Seremos tus ángeles guardianes invisibles y anónimos. Siempre permaneceremos a tu lado y te guiaremos paso a paso. No temas, afluirán a ti los permisos, los materiales, todo cuanto necesites.
La Sombra se incorporó de la basta silla. Majestuosamente salió de la pobre casucha cerrando con delicadeza la pesada puerta. Se reía cínicamente.
La Sombra era alguien muy importante en el Régimen. Tenía un alto militar y muchas y agobiantes responsabilidades. La mayor de todas hacer desaparecer la mayor cantidad de cadáveres desperdigados en multitud de cementerios clandestinos. Ahora que se llegaba al fin de la tiranía ellos no querían arriesgarse a un juicio semejante al de los nazis de Nuremberg.
Su tortuosa inteligencia le decía que había ganado la partida con aquel estúpido campesino. Aquel hombrecito tosco y asustado, tenía el fanatismo religioso y la locura de los viejos castellanos inquisidores, conquistadores y santos. Tampco había mentido al campesino. El había sido uno de los caballeros de la última cruzada, así lo proclamaba el Caudillo. Si antiguamente Dios usaba a los Profetas manejando fuego del cielo, ahora los militares creyentes, como ángeles vengadores luchaban contra la impiedad usando ametralladoras y lanzallamas.
Era cierto, los cadáveres de los vencidos estorbaban en esta época moderna. Las fuerzas del Mal siempre renacientes, escudadas en los hipócritas Derechos Humanos podrían utilizarlos contra los Elegidos, por t anto, era necesario darles una eterna sepultura.
La última y absurda catedral comenzó a construirse. El campesino endeble e insignificante empezó a excavar febrilmente los cimientos en su campo de cultivo herdado de sus padres. Misteriosos y anónimos donantes le entregaban directivas, máquinas y toneladas y tonelada de materiales divisor, con frecuencia de desecho. El miedo a los Anegas terrenos y celestiales era el látigo implacable que atenaceaba al campesino en su obra.
Pasaron los años. Camiones nocturnos aportaron grandes y misterioso bultos que rápidamente eran sepultados en los cimientos antes del alba. La tirania se derrumbó La Sombra desapareció discretamente. El miedo enloqueció al campesino. Ahora, sin ningún asesoramiento, siguió desesperado su actividad uniendo desordenadamente los materiales. Al garete de su enfebrecida imaginación. Lo importante era que la Obra creciese y que la losa fuese absolutamente indestructible.
Habían pasado largos treinta y cinco años. Todo estaba comenzado y nada concluido. El campesina estaba agotado. Satisfecho, si, porque se había conquistado un nombre. Llegaban periodistas y visitantes ingenuos que aun considerándole héroe trasnochado, de todos modos le admiraban. Los materiales ya, no llegaban. Los muertos yacían allí abajo. Había cumplido la voluntad de Dios. Se sentía viejo y agotado, pensaba que ya bien merecía un descanso.
NOTA IMPORTANTE La primera parte de la narración describe hechos y palabras que realmente se dieron en 1996. La segunda parte que comienza en la Sombra es absolutamente una suposición imaginativa sugerida por las extrañas palabras y escenario del lugar y la construcción fantástica.
…
Se trata de una narración basada en un hecho real. Visita de una iglesia construyéndose después de treinta años cerca de Madrid. La construía un particular sin otra ayuda, decía él, que limosnas y su propio esfuerzo. En el momento de la visita la construcción parecía definitivamente detenida, era julio de 1996.
Lo vi de lejos. Supe que era él, antes que mis amigos me lo confirmasen
Era la misma silueta que yo había visto días antes en el video que me mostraron en Amsterdam. De estatura baja, pelo rapado, figura inconfundible de un tosco campesino castellano. Barba cerrada, lengua confusa, pensamiento lento
Su obra estaba delante de nosotros. Su “catedral”. Inmensa. Anárquica. Genial. Inconclusa en el todo y en las partes. Como si hubieran trabajado en ella millares de hormigas loca. Todo aquel fantástico edificio ¿era una construcción o una descontrucción? ¿Una ruina? ¿El rompecabezas inacabado, frenético del hijo juguetón de un gigante loco imitación dispar de estilos arquitectónicos. En todas partes comienzos inacabados. En el interior cúpula inmensa y tentacular. En las desmesuradas paredes externas desde los cimientos hasta una altura de tres metros, existía aun un cierto orden, una cierta medida, un esbozo de razonamiento.. Parecía como si el niño, aun docil, hubiese seguido algunas reglas del arte, los consejos de sus preceptores. Aun había alineado con paciencia menudas piedras. Usó del cordel, la plomada y el nivel. ‘Se cansó? Más arriba amontona los materiales más heterogéneos sin orden ni concierto. Los amalgama con un derroche indescriptible de arena y cemento. Abandonados los sencillos instrumentos de todo albañil, prima el ojo y el ingenio anárquico. Los ángulos son dudosos y las lineas verticales u horizontales, parecen anguilas retozonas en orgasmos de apareamiento. Ya no hay ritmo sino un desorden que hiere el ojo del experto.
Resulta fácil detectar el desaliño constructivo, la precipitación y el olvido. Todo ello arreglado para que se sostenga, con ingeniosos remiendos y un derroche de fierros y cemento. A veces los errores se dejan como desafíos a cualquier orden constructivo. Por eso se ven enormes columnas que al llegar a su cima dejan un vacío entre el piso superior o el arquitrabe que se supone deberían sostener.. Son elementos que no tiene objeto porque no sostiene nada. Monstruosos adornos estériles Es como si esperasen que un da la monstruosa bóveda descendiese sobre ellos en un alarde de dinámica extraterrestre.
Por doquier reinan espirales de fierro y descomunales resortes, cumpliendo, a veces, rellenos de hormigón, los más extraños destinos. Pueden ser bordes de escalones, molduras de fingidos arcos, simulaciones de bóvedas petreas.
Toda la construcción parece un epítome de recuerdos arquitectónicos mal asimilados por una memoria incierta. Recuerdos de estilo románico de catedrales y castillos, quizá divisados desde lejos desde un tren en marcha. Torres almenadas de minúsculos ladrillos inhiestos. Baluartes, sin duda, para guerreros liliputienses. Delirio de ventanas románica u ojivales en corredores sin cuento.
Siempre heteroclitos a esos materiales modernos se les hace fingir formas que son propias de otros tiempos y otros materiales: piedras, arcos sin función constructiva, arquitrabes que no sostienen nada, molduras… Todo ello amarrado con alambrones, fierros diversos, vigas de acero y mucho cemento. Si, cemento en cantidades y concentraciones absurdas, como si se tratase de construir una colosal e indestructible lápida, ciclópea y eterna que descanse sobre algo horrendo, como si de la cripta inferior que se dice vacía, pudiese emerger algo horrendo.
En el interior del edificio resulta aun más patética la desmesura inacabada. Uno vuelve a dudar si se trata de algo inacabado o desbastado por una guerra. Mirando con algo más de atención ,e el desorden reinante aparece como una astuta disposición de mueseo. Algo que se desea que cause cierto efecto en los visitantes. Materiales y herramientas que a primera vista parecen abandonados en desorden a causa de la interrupción de los trabajos, fueron depositados estratégicamente por una mano diligente para causar esa impresión. Así el tractor con su pala alzada sujeta por un fragil listón de madera y que fue colocado frente a la entrada. La mesa del soldador con los electrodos dispersos, pero donde no aparece la máscara protectora indispensable para soldar. Las palas clavadas en un montón de arena cuidadosamente apilada, las carretillas…Para un observador avezado no son elementos de trabajo actual, sino reliquias del pasado.
¿Es que el titánico constructor se cansò de su inutil juego o bien que ya no supo como continuar? ¡Quien lo podrá saber! ¿Acaso la làpida monumental ya le pareció tan indestructible que juzgue innecesario continuar con su telaraña de fierro y cemento?
De repente comprendí. ¡Telaraña de fierro y cemento! ¿Acaso todo aquella construcción no parecía una gigantesca vulva idealizada y soñada? ¿símblo fálico de ansias insatisfechas? Había repetido el Constructor:
- ¡Estoy construyendo una catedral para la Virgen! ¡La Virgen del Pilar!
- ¡Ah! – pienso- ¡ la Virgen de vulva diminuta y falo gigantesco simbolizado en su columna.
Algo debió inspirar al Constructor y se dijo:
- Hagámosle una vulva gigantesca: digna de ser poseída. Yo mismo me rio de mis interpretaciones freudianas, que el insignificante hombrecillo de mano flácida me sugiere.
Cuando descendemos a la cripta, el pensamiento frio y lógico me abandona. De repente siento vacío de pensamiento. Me golpea una repentina intuición. Esa edificación monstruosa reposa sobre ALGO. ¿Habrá sido, muchos milenios antes un lugar sagrado como los que reposan sobre otros muchos santuarios? ¿Qué misterio puede encontrarse en aquel lugar? ¿Será uan tumba de héroes o santos?
Mientras observamos el edificio, el hombrecillo había desaparecido. Casi. Lo siento ahí, sobre nuestras cabezas. Lo diviso.. Está barriendo innecesaria y desmañadamente, como si estuviera ganando tiempo para algo. Se mueve agilmente. Se me antoja considerarle como una diminuta y diligente araña dentro de aquella tela gigantesca de fierro y cemento, acechando a alguien, que incauto se enrede en ella. Imagino que sobre aquellos andamios de altura de pesadilla donde se encuentra podría dejar caer sobre nuestras cabezas cualquier cosa. Nada, una pequeña piedrecilla bastaría y haría el efecto dfe una bala.
- ¡Oh! – gritaría él - ¡Qué horrible desgracia!
¿Habrían ocurrido muchas horribles desgracias durante esos treinta años de trabajo que el afirma trabajó ´”solo”? Si trabajó con otras personas los accidentes debieron ser frecuentes a no ser que la Virgen los protegiese con su manto.
Parecía qye ya habíamos visto todo. Mis amigos demostraron querer irse. La araña aparece de inmediato. Se acerca melosa y sonriente. Mis amigos hacen ademán de sacar dinero. No puedo ver los gestos del hombrecillo tapado por la estatura de Jan. ¿Estará extendiendo anhelante la mano para recibir el óbolo? Cuando el grupo no sedeshace y escucho que conversan me acerco. Me siento invadido de extraña ira. Me propongo no intervenir y solamenteescuchar pasivo.
Mis amigos le están dirigiendo una pregunta obvia que le deben haber hecho ya centenares de veces:
- ¿Por qué emprendió usted esta obra titánica
Yo habría formulado otras diferentes:
-¿Por qué había comenzado tantos edificios en una extensión tan grande sin terminar ninguno? ¿Quien le había proporcionado tantas toneladas de cemento y fierro? ¿Quien le había facilitado el transporte?
L aencilla pregunta mencionada yo esperaba la respuesta de un iluminado o la de un fanático. Una orden divina. Una aparición de la Virgen. Un voto. Nada de ello. El hombrecito se turbó, titubeó, tartamudeó. Finalmente sonrió complacido, pero balbucea incierto:
- ¡Hombre! ¡Yo! ¡Yo! ¡Saben! ¡Tengo una gran fe! ¡Ya lo deben haber lerdo.!
Señala una borrosa inscripción en el muro frontero::
Todo lo puedo en Aquel que me conforta.
Maquinalmente me digo que es una cita del Apostol Pablo. Continua con gesto amplio:
- Todo esto se lo dedico a la madre de Dios, a la Virgen del Pilar
Luego en forma inconexa comienza a relatar la leyenda popular y simplista de la Virgen del Pilar:
-Pues… ya saben…aun en carne mortal…viva…la Virgen se aparece al Apostol Santiago…pues estaba desalentado…a orillas del Ebro…la Basílica y todo eso
Grita tratando de subrayar sus palabras.- Luego…también,,, el Apostol Pablo – pierde el hilo - ..Saben estoy leyendoi un libro. Se lo puedo prestar.
Empieza a referirse a otra leyenda respecto a la Virgen del Carmen que se habría aparecido al profeta Elías Mis amigos holandeses parecen confusos y que no entienden nada .
El español salta entonces al episodio bíblico que no tiene que ver con lo anterior, que describe como Elías hace perecer dos veces seguidas a los emisarios del rey de Israel que lo querían detener por medio de fuego del cielo. Entonces dice muy serio que Dios manda matar a los infieles. Estas palabras me hacen despertar del sopor en que me mantenía el calor castellano que superaba los 40º en aquellos momentos. Me pregunto que era lo que intentaba deecir o si se quería justificar por algo. El continua y señala como Moises hace morir a los soldados del Faraón en el Mar Rojo, la orden de Dios de aniquilar a los cananeos y termina mencionando las Cruzadas
No puedo salir de mi asombro. Me siento paralogizado cuando él de repente parece darse cuenta que está justificando asesinatos sagrados. Y se siente obligado a justificarse sin que por nuestra parte haya mediado comentario alguno. Exclama:
- ¡Yo nunca he matado a nadie nunca! ¡Ni siquiera una mosca! No hice el servicio militar porque ser hijo de viuda.
‘Sintió que se había autodenunciado? ¿Qué había hablado demasiado?
Empieza a decir incoherencias sobre el Diablo y corta bruscamente la conversación.
Nos despedimos. Le doy la mano con repugnancia. Su mano es floja, lánguida, como babosa. De ninguna manera es una mano encallecida como resultado de treinta años de ruda construcción…
Treinta y cinco años antes la Sombra se sentó frente a un humilde campesino castellano en su pobre cocina. Conoce todo de él y lo ha elegido como su instrumento. Hacía pocos meses que aquel campesino había sido expulsado de un monasterio en el que había permanecido durante nueve años. Expulsión justa y humillante. La Sombra sabe estos detalles y los había incorporado a sus tortuosos planes No habría problemas, tenia en sus manos a un instrumento ignorante, dócil y estúpido.
- ¿Qué quiere el Régimen de mi ¿ preguntó el campesino empavorecido
- Dios y la Virgen te han destinado para que aquí en tu propio terruño construyas la última catedral de España.
El campesino bajó la cabeza y pareció empequeñecerse en su pequeña estatura.
- ¿Por qué yo? –gimió -.
- Es la voluntad de Dios para que expíes lo que tu ya sabes…-luego amenazador –si no obedeces, si no callas ¡todo se sabrá…La carcelel garrote vil, muerte horrenda que el verdugo, cuando se le ordena puede prolongar…
- ¡Noooo! ¡yo no quería!
- Lo hiciste. Si no hubiera sido por el secreto de la confesión tú no estarías aquí.
La Sombra se divierte sádicamente con el terror de su v´ctima. Le deja que le posea el miedo.
-Dios me lo mandó – grita finalmente el campesino.
A nosotros también - condescendiente la Sombra – Dios por medio de su Enviado nuestro Caudillo el representante de Dios en nuestra tierra, después del Papa. Dios lo hace siempre así recuerda: Godofredo de Buillon, San Fernando, San Luis…el Generalísimo Franco. Todos ellos seres providenciales para la humanidad. No lo olvides, toda catedral reposa sobre los cuerppos de los infieles sacrificados para la gloria de Dios. Los servidores de Satán rebeldes reposan aplastados por las moles de piedras consagradas al Altísimo. Ahora, como antes, toneladas de piedras, fierro y cemento serán la lápida bajo la que reposen los malditos rebeldes comunistas que ensuciaron nuestro país bendito..
Solamente los sabremos los escogidos. La pena temporal que un juez ignorante te habría impuesto se habrá cambiado por la gloria de que tu serás el último constructor de catedrales.
- Yo no sé nada de construcción gimió el campesino
- Todo lo puedes en quienes te confortaremos. Seremos tus ángeles guardianes invisibles y anónimos. Siempre permaneceremos a tu lado y te guiaremos paso a paso. No temas, afluirán a ti los permisos, los materiales, todo cuanto necesites.
La Sombra se incorporó de la basta silla. Majestuosamente salió de la pobre casucha cerrando con delicadeza la pesada puerta. Se reía cínicamente.
La Sombra era alguien muy importante en el Régimen. Tenía un alto militar y muchas y agobiantes responsabilidades. La mayor de todas hacer desaparecer la mayor cantidad de cadáveres desperdigados en multitud de cementerios clandestinos. Ahora que se llegaba al fin de la tiranía ellos no querían arriesgarse a un juicio semejante al de los nazis de Nuremberg.
Su tortuosa inteligencia le decía que había ganado la partida con aquel estúpido campesino. Aquel hombrecito tosco y asustado, tenía el fanatismo religioso y la locura de los viejos castellanos inquisidores, conquistadores y santos. Tampco había mentido al campesino. El había sido uno de los caballeros de la última cruzada, así lo proclamaba el Caudillo. Si antiguamente Dios usaba a los Profetas manejando fuego del cielo, ahora los militares creyentes, como ángeles vengadores luchaban contra la impiedad usando ametralladoras y lanzallamas.
Era cierto, los cadáveres de los vencidos estorbaban en esta época moderna. Las fuerzas del Mal siempre renacientes, escudadas en los hipócritas Derechos Humanos podrían utilizarlos contra los Elegidos, por t anto, era necesario darles una eterna sepultura.
La última y absurda catedral comenzó a construirse. El campesino endeble e insignificante empezó a excavar febrilmente los cimientos en su campo de cultivo herdado de sus padres. Misteriosos y anónimos donantes le entregaban directivas, máquinas y toneladas y tonelada de materiales divisor, con frecuencia de desecho. El miedo a los Anegas terrenos y celestiales era el látigo implacable que atenaceaba al campesino en su obra.
Pasaron los años. Camiones nocturnos aportaron grandes y misterioso bultos que rápidamente eran sepultados en los cimientos antes del alba. La tirania se derrumbó La Sombra desapareció discretamente. El miedo enloqueció al campesino. Ahora, sin ningún asesoramiento, siguió desesperado su actividad uniendo desordenadamente los materiales. Al garete de su enfebrecida imaginación. Lo importante era que la Obra creciese y que la losa fuese absolutamente indestructible.
Habían pasado largos treinta y cinco años. Todo estaba comenzado y nada concluido. El campesina estaba agotado. Satisfecho, si, porque se había conquistado un nombre. Llegaban periodistas y visitantes ingenuos que aun considerándole héroe trasnochado, de todos modos le admiraban. Los materiales ya, no llegaban. Los muertos yacían allí abajo. Había cumplido la voluntad de Dios. Se sentía viejo y agotado, pensaba que ya bien merecía un descanso.
NOTA IMPORTANTE La primera parte de la narración describe hechos y palabras que realmente se dieron en 1996. La segunda parte que comienza en la Sombra es absolutamente una suposición imaginativa sugerida por las extrañas palabras y escenario del lugar y la construcción fantástica.
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