Monday, May 06, 2013

ancianos







                                 ANCIANOS



Yo tenía entonces unos 26 años. Viajaba por Francia. Llegué a la pequeña isla de St. Gilda en la costa bretona. Esa isla perteneció al Dr. Alexis Carrel. Yo había leído su libro            .
Allí conocí a un viejo artista de más de ochenta años, que vivía sus vacaciones  un poco como ermitaño. Creo que mi reflexión fue ¡si llego su  edad me gustaría parecerme a él!
Poco tiempo después, en Marsella, conocí otro anciano. Un militar español republicano exiliado. El, igualmente lúcido y aun más ágil que el artista, pasaba seis mese en Marsella dando clases de matemáticas y luego partía a Beni Abbes para vivir seis meses más entre los tuaregs. Viajaba en pequeños aviones militares. Creo que tuve la misma reflexión que en mi encuentro anterior.

¿Por qué este recuerdo me ha seguido hasta mi propia ancianidad?
 De alguna manera me decidí a ser semejante a ellos.
¿Qué es lo que me fascinó de ellos a mis 26 años?
Estos  ancianos  rompieron mi esquema de que los viejos eran seres decrépitos que vivían en el pasado. Ellos me demostraron que eran capaces de vivir integrados en el “momento” y no recordando un pasado o sumergidos en los recuerdos de “cuando eran jóvenes”.

El Pasado ¡Todos los Pasados! Tienen una función igual que la Historia. Son sucesos muertos.
Su valor reside ¡tiene que residir! En un comienzo de reflexión  en el presente en que vivimos.
En forma alguna son, como piensan  muchos ancianos, sobre todo los conservadores de todo pelaje, paradigmas dorados que hay que reflotar o añorar románticamente como perdidos.

Frecuentemente los ancianos somos rechazados por los jóvenes a causa de nuestro irrealismo o nuestro dogmatismo.
Los ancianos que tienen siempre la manía de enseñar y dogmatizar, aunque tengan aspectos positivos, serán siempre rechazados. La razón de ello es que  tratan de proyectar en el presente, escenarios del pasado.

La enseñanza del anciano no debe estar radicada en lo que él haría ahora, si fuese joven. Menos aun decidir lo que es bueno hacer ahora. Lo anterior es transponer acciones a escenarios diferentes, nunca iguales.
Sin embargo, las Experiencias nuestras  pueden ser de gran valor para los jóvenes. No como enseñanzas, sino como bases para la Reflexión de ellos,

¿Cómo se consigue lo anterior? De una manera muy simple.
Narrando los sucesos de nuestra vida. Describiendo lo que vivimos y como lo vivimos. Sin siquiera juzgarlo.
Nuestros  auditores  son lo que tienen que juzgar, y aprender por sí mismos a base de lo que nos sucedió a nosotros. Ellos evaluarán, escogerán, adaptarán nuestras experiencias a su propia vida y mundo en que viven.

Si yo describo el tsunami del gran terremoto en mayo de 1960 que viví en Corral (Valdivia), sin duda existen muchas enseñanzas interesantes sacadas de la descripción del fenómeno, otras menos interesantes de mi proceder y emociones.
Algo semejante puede suceder al respecto de tantas experiencias vividas ya que nosotros los ancianos somos una especie de Enciclopedias de sucesos, ¡atención! descritos siempre de una manera subjetiva
Y que, quien los “lee”, debe tener el criterio suficiente para interpretarlos.

Todo lo anterior no nos habilita a los ancianos para repetir siempre y en cualquier momento nuestras “historias”. Estas deben ser de alguna manera solicitadas por nuestros oyentes. Nosotros debemos estar conscientes  y vigilantes que las historias repetidas cansan y aburren.

Lo anterior tiene una atenuación ya que  en muchas culturas se solicitaba a los antiguos que narrasen sus experiencias, sus cuentos, las tradiciones que habían escuchado a su vez de los antecesores. En nuestra cultura no es corriente hacerlo.
Es muy frecuente que los hijos y nietos no tengan la más mínima idea de cómo fue la vida de padres y abuelos. Otros tienen de ella retazos sueltos y mal hilvanados. Desconocen si sus antecesores fueron felices o desgraciados y  Las causas de ello.
 En ocasiones solamente recuerdan lamentaciones de los viejos y pocas veces  su felicidad.

El resumen de esta  Reflexión se centra para mí que nosotros los ancianos solamente  hemos sido
Testigos de la época en que vivimos

Testigos de  cómo vivimos esa época