ancianos
ANCIANOS
Yo tenía
entonces unos 26 años. Viajaba por Francia. Llegué a la pequeña isla de St.
Gilda en la costa bretona. Esa isla perteneció al Dr. Alexis Carrel. Yo había
leído su libro .
Allí
conocí a un viejo artista de más de ochenta años, que vivía sus vacaciones un poco como ermitaño. Creo que mi reflexión
fue ¡si llego su edad me gustaría parecerme a él!
Poco
tiempo después, en Marsella, conocí otro anciano. Un militar español republicano
exiliado. El, igualmente lúcido y aun más ágil que el artista, pasaba seis mese
en Marsella dando clases de matemáticas y luego partía a Beni Abbes para vivir
seis meses más entre los tuaregs. Viajaba en pequeños aviones militares. Creo
que tuve la misma reflexión que en mi encuentro anterior.
¿Por qué
este recuerdo me ha seguido hasta mi propia ancianidad?
De alguna manera me decidí a ser semejante a
ellos.
¿Qué es
lo que me fascinó de ellos a mis 26 años?
Estos ancianos
rompieron mi esquema de que los viejos eran seres decrépitos que vivían
en el pasado. Ellos me demostraron que eran capaces de vivir integrados en el “momento”
y no recordando un pasado o sumergidos en los recuerdos de “cuando eran
jóvenes”.
El
Pasado ¡Todos los Pasados! Tienen una función igual que la Historia. Son
sucesos muertos.
Su valor
reside ¡tiene que residir! En un comienzo de reflexión en el presente en que vivimos.
En forma
alguna son, como piensan muchos
ancianos, sobre todo los conservadores
de todo pelaje, paradigmas dorados que hay que reflotar o añorar
románticamente como perdidos.
Frecuentemente
los ancianos somos rechazados por los jóvenes a causa de nuestro irrealismo o
nuestro dogmatismo.
Los
ancianos que tienen siempre la manía de enseñar y dogmatizar, aunque tengan
aspectos positivos, serán siempre rechazados. La razón de ello es que tratan de proyectar en el presente,
escenarios del pasado.
La
enseñanza del anciano no debe estar radicada en lo que él haría ahora, si fuese joven. Menos aun decidir
lo que es bueno hacer ahora. Lo
anterior es transponer acciones a escenarios diferentes, nunca iguales.
Sin
embargo, las Experiencias nuestras
pueden ser de gran valor para los jóvenes. No como enseñanzas, sino como
bases para la Reflexión de ellos,
¿Cómo se
consigue lo anterior? De una manera muy simple.
Narrando
los sucesos de nuestra vida. Describiendo lo que vivimos y como lo vivimos. Sin
siquiera juzgarlo.
Nuestros auditores
son lo que tienen que juzgar, y aprender por sí mismos a base de lo que
nos sucedió a nosotros. Ellos evaluarán, escogerán, adaptarán nuestras
experiencias a su propia vida y mundo en que viven.
Si yo
describo el tsunami del gran terremoto en mayo de 1960 que viví en Corral
(Valdivia), sin duda existen muchas enseñanzas interesantes sacadas de la
descripción del fenómeno, otras menos interesantes de mi proceder y emociones.
Algo
semejante puede suceder al respecto de tantas experiencias vividas ya que
nosotros los ancianos somos una especie de Enciclopedias de sucesos, ¡atención!
descritos siempre de una manera subjetiva
Y que,
quien los “lee”, debe tener el criterio suficiente para interpretarlos.
Todo lo
anterior no nos habilita a los ancianos para repetir siempre y en cualquier
momento nuestras “historias”. Estas deben ser de alguna manera solicitadas por
nuestros oyentes. Nosotros debemos estar conscientes y vigilantes que las historias repetidas
cansan y aburren.
Lo
anterior tiene una atenuación ya que en
muchas culturas se solicitaba a los antiguos que narrasen sus experiencias, sus
cuentos, las tradiciones que habían escuchado a su vez de los antecesores. En
nuestra cultura no es corriente hacerlo.
Es muy
frecuente que los hijos y nietos no tengan la más mínima idea de cómo fue la vida
de padres y abuelos. Otros tienen de ella retazos sueltos y mal hilvanados.
Desconocen si sus antecesores fueron felices o desgraciados y Las causas de ello.
En ocasiones solamente recuerdan lamentaciones
de los viejos y pocas veces su
felicidad.
El
resumen de esta Reflexión se centra para
mí que nosotros los ancianos solamente
hemos sido
Testigos de la época en que vivimos
Testigos de cómo vivimos esa
época
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