EL RENEGADO II
•
Con frecuencia, Apoena, te he
preguntado el por qué dejaste tu tribu
allá al otro lado de la Gran agua. Allí según lo que me contaste eras un gran
cacique y guerrero.
¿Por qué
dejaste todo incluido mujeres e hijos para venir tan lejos?
•
Me gustaría podértelo explicar Deimpriba. Lo he intentado ya muchas
veces. Temo que nunca lo comprenderás a pesar de tu gran sabiduría. No trato de ocultarte
nada. Tampoco que yo cometiese algún gran crime contra las gentes de mi
tribu.. Si allí hubiera vivido como se
vive entre vosotros nunca habría pensado en
dejar mi tribu. Tu nunca lo comprenderás.
•
¿Por qué no he de comprenderlo?
•
Shaman en nuestra tribu de aquí el clan
desea que todos sus miembros seamos iguales y por eso tu eres el depositario de
las costumbres que enseñas a los jóvenes
en los días de su iniciación y que recordarás a todos cuando ellos las olvidan. Insistes siempre que cada
cosa tiene su tiempo y y ha de hacerse en forma determinada.
•
Cuando alguno no lo hace así el clan lo
mira con malos ojos y se le juzga como inadaptado a la vida del clan y de la
tribu. Este hombre debe irse, morir o si es muy bravo fundar otro clan con el
tiempo.
•
Es cierto lo que dices pero la tribu
tiene para esas personas fuera de serie posibilidades que no son el ostracismo
y la muerte. La tribu reconoce con
tiempo observando su comportamiento a
estas personas y les dada misiones especiales conforme a las capacidades que
ellos tienen. Yo mismo fui uno de ellos y esa es la razón por la que soy
shaman.
•
Te explicaré como suele suceder. Aquellos
que se rebelan porque son egoístas y ante todo se aman a sí mismos son
incapaces de posponer sus deseos al bien común. Cuando después de numerosos
intentos el clan se convence que son
irrecuperables tiene el deber de neutralizarlos arrojándolos de la tribu. Si no
se hiciera esto ellos organizarían
grupos que les apoyasen y destruirían la tribu.
•
Existen otros, como tú lo fuiste en tu
tribu y yo en la mía, que no aceptamos las leyes de nuestro clan porque
reconocemos que ya son muy viejas y que son inútiles o peligrosas. No lo
hacemos por nuestro interés sino por el del clan. Las costumbres son bastones
que deben servir para caminar no para ser estorbos que nos hagan caer. Cuando
aparecen estos “elegidos” y el clan primero y después la tribu consigue reconocerles como tales les
encomienda aquello para lo que están
mejor dotados que el resto porque ven más lejos que los demás: ellos serán
guerreros especiales, amazonas, cazadores sin parangón, artesanos o como yo
shamanes. Eso no significa que todo les esté permitido, pero sí una libertad
para salirse de lo quesiempre los demás
hace como correcto. Esto lo dedican no a sus fines propios sino siempre al
provecho del clan. Ellos son el polo opuesto a esos criminales que lo único que
desean poner al clan a su servicio aunque
esto cueste la vida a muchos de nosotros.
Te estoy
explicando a ti, que eres un extranjero uno de los más ocultos secretos de
nuestra tribu. Aquello que nos permite
tener una armonía profunda. Te lo explico, Apoena, porque he comprendido
que aunque eres extranjero un día llegarás a ser declarado “elegido” por el
consejo de los Ancianos. Además porque sé que si me puedes explicar porque
abandonaste tu lejana tribu.
•
Tienes razón anciano. En mi lejana
tribu son escasos las gentes sabías como
tú, pero los jefes de mi tribu no lo son nunca y juzgan criminales a todos los
que no acptamos lo que ellos declaran como
provechoso, generalmente, para ellos mismos. Se nos llama malditos,
herejes y se nos aplica el hierro y el fuego. Solamente nuestros jefes como te
digo, permiten esos que
son diferentes para su provecho propio y los denominan guerreros,
artesanos, clérigos, y de vez en cuando artistas. Esos jefes se agrupan en pequeños grupos que someten a
los demás a su sevicio. Esos grupos se llaman iglesia, nobles, cortesanos…
•
Esto que acabas de decir no lo comprendo.
•
Son nombres detrás de lo que se esconden los que dominan a la tribu entera.
•
No comprendo eso de nombres. Eso que dices
son palabras. ¿Cómo pueden esconderse
detrás de palabras?
•
Tienes toda la razón. Entre nuestros
pueblo el tuyo y ya mio, las palabras representan objetos, cosas, algo que se
puede tocar. Esos nombres no señalan cosas sino grupos muy pequeños de personas
que se ayudan para mantener a su servicio al los clanes y a la tribu. Tu eres
shaman y depositario de las sabiduría de la tribu, pero no te unes con otros
shamanes para ordenar que os sirvan,
Igualmente el cacique que se elige solamente para la guerra o la caza.
Cuando ha cumplido su misión, ya no
manda y menos aun, se le obedece. Solamente es un guerrero o cazador más de la
tribu.
•
Efectivamente, Apoena, ahora lo comprendo
y precisamente a esas personas es a
quienes alejamos definitivamente de entre nosotros.
•
Ya he comprobado que nadie de aquellos que se sacrifican, que sacrifican
sus intereses personales, pide
retribución alguna por ello Ni siquiera piensa merecerla, sino que su deber es hacerlo porque es miembro de
ella.
¿Has
pensado, Deimpriba, pedir un regalo cuando
das una medicina o curas una herida?
•
¿Por qué lo haría?
•
Supón que alguien es mordido por una
serpiente y tu le salvas la vida en agradecimiento te podría entregar algo que él quiera mucho
También por ejemplo cuando das una de tus medicinas qu te ha costado tanto
buscar, recolectar y preparar puedes pedir algo en pago.
•
¿Qué es pago? ¿Qué significa?
•
Es como hacer un trueque.
•
Pero un trueque se hace cuando ambos
necesitan de la cosa que se trueca. Yo cuando doy medicina no necesito nada de
quien la recibe.
•
Te podría dar algo que te sea útil. Un
arco, flechas.
•
Ya tengo las mías. Las he hecho yo mismo.
Sé como se comportan. Las que hacen otros no me sirven
•
¿No puede ser el arco mejor que el tuyo?
•
Imposible Yo lo he construido con mi larga experiencia, según mis
necesidades, altura de mi cuerpo, largo de mis brazos, la fuerza que ahora
tengo para tensarlo
•
Podrías guardarlo por si se te rompe el tuyo.
•
¿Para qué? Cuando yo advierto que me
puede fallar me pongo a fabricar uno nuevo.
•
Posiblemente puse un mal ejemplo. ¿Qué
piensas si lo que te da a cambio es
alimentos.
•
Que ya estoy excesivamente viejo y que
soy incapaz de conseguirlos y que mi hijo es un inútil porque no me los puede
dar. Sería un anciano inválido. A lo que tú, Apoena, sueles llamar trabajo,
nosotros lo llamamos “vida” porque
haciéndolo nos sentimos vivos y fuertes.
•
Te parecería increíble, anciano, que en
mi tribu dicen que el trabajo es un castigo impuesto por el dios a
quien llamáis el Padre Engendrador.
•
¿Cómo El podría maldecir o castigar a sus
hijos? Además lo que tu llamas trabajo es lo mismo que dormir, hacer el amor
con una hembra o caminar… ¡Todo eso
es”vida”.
•
En mi lejana tribu, los ricos, los
nobles, los funcionarios no trabajan.
•
¿como se alimenta?
•
Otros
trabajan para ellos, son los siervos, los esclavos, los pobres.
•
¿Castigados también por vuestro dios?
•
Si, creo que si. A ellos les convence que
dios manda que sirvan a los poderosos.
•
A esos pobres ¿Quién los alimenta?
•
Esas gentes que les obligan a trabajar
les quitan los alimentos que cosechan y solamente les dan un poco para que no
se mueran de hambre y sigan trabajando.
•
¿Tu quieres decir que si esos que tu llamas siervos salen
a cazar y traen un pecarí, solamente reciben un pedazo y el resto se lo queda
el que tu llamas noble?
•
Así es. Con frecuencia ni siquiera le dan
un pedazo sino otra cosa, algo así como una torta de mandioca.
•
¿Me vas a decir que esas personas aceptan
que les traten así?
•
¿Qué sus hermanos permitan que les hagan eso? Ahora comprendo porque abandonaste
tu tribu.
•
¿Cuándo vosotros hacéis la guerra tomáis
prisioneros?
•
No, nunca ¿para qué querríamos
pasioneros?
•
Supón que si lo hiciereis. Habría que
vigilarle, alimentarle.
•
Eso no tiene objeto alguno.
•
Lo podíais poner a trabajar en beneficio
de quien lo tomó o del clan. Así lo hacen vuestros vecinos mayas y mexicas.
•
El huiría.
•
Si lo
tomaseis de nuevo les
castigaríais por huir y ya no se
atrevería a hacerlo. Le podríais cortar un tendón del pie, para que no huyese
más
•
No creo que un bravo guerrero se
atemorice por cosa así. Por lo demás si alguno de nuestra tribu hiciese cosas
semejantes le expulsaríamos porque para nosotros sería un no-hombre.
•
Los mexicas hacen prisioneros para
sacrificarlos a sus dioses. Les sacan el corazón vivos y se lo ofrecen al dios
de piedra.
•
Esas gentes son una raza maldita.
Moriremos antes que cometer semejantes horrores..
•
Cierto Deimpriba, yo también, si llega el
momento quiero morir con ustedes. Ahora
comprendes por qué abandone mi tribu.
++++++++++++
Este largo dialogo con el
shaman me ha dejado exhausto. Sobre todo porque
debo buscar continuamente las palabra y los pensamientos que no existen
para él. Son costumbres, formas de ver la vida tan antinaturales y tan
perversas que para estas gentes práctica y naturales no son comprensibles siquiera. A pesar
que a una cierta distancia de ellos que
se pueden medir en leguas, sean muy
semejantes a las de los españoles y europeos. Ya lo decían los viejos romanos
que” el ser humano es el lobo del ser humano”. Ellos permanecen aun en la
humanidad de los orígenes, la humanidad de la solidaridad. Sentir que todos los
otros de alguna manera son parte de
nosotros mismos. Creo que justamente eso es lo que quería decir Yeshoua “amarás al prójimo como
a ti mismo”.
++++++++++
El shaman, a pesar de du edad se levanta ágilmente desclava su
lanza que le servía como respaldo
mientras se mantenía sentado y se interna en la floresta deslizándose como un bailarín entre los
espesos matorrales.
Yo permanezco sentado y miro sin ver desde el altozano donde me
encuentro, el lejano y azuloso mar que se extiende hacía el infinito. Un mar
que creo aun virgen de cualquier embarcación que no sea una ligera piragua. Ese mar en que los delfines aun confiando en el ser humano lo dejan nadar
a su lado y juguetean mansamente con él. Pareciera que lo aceptan como uno de
ellos mismos. Este lugar me parece aun muy cerca del Paraíso tal como lo
describe la Biblia. Sin duda alguna no es el paraíso porque aquí se sufre, se corren riesgos, hay guerras… Los seres
humanos que me rodean tienen sin duda muchos defectos como yo mismo y como las
gentes de cualquier nación, pero aun viven en el mundo de los orígenes y no
tienen los graves defectos de las gentes que viven sometidos a todo tipo de tiranía. No stán
corrompidos aun por los vicios de lo que llaman civilización. Las guerrras no
suelen ser el capricho de un jefe para ser más poderoso, sino la consecuencia
de cuando una tribu crece desmesuradamente y agota los recursos del lugar en
que vivieron quizá demasiados años. En esos momentos se sienten obligados a
buscar terrenos de caza, pesca y recolección más ricos. Cuando esos terrenos
están uya ocupados el choque es inevitable y los más débiles se ven obligados a
buscar un lugar desocupado y suelen seguir adelante hacía el sur. Siempre hacía
el sur.
Este pueblo e comporta en casi
todo en forma diferente a las concepciones de las gentes que había conocido en
mis muchos viajes, sobre todo porque son personas que viven sin artificio.
Tiene problemas como todos los seres humanos pero son los naturales que
proporciona la vida, ellos no suelen
inventarlos ni crearlos por ansia de riqueza o poder. Aquís se vive al
ritmo de la naturaleza que se acepta y
al que uno se trata de adaptar, no al revés como se hace en el mundo civilizado. Aceptan las cosas
como suceden. Su riqueza está en sus manos con las que pueden crear todo aquello que necesitan para su
vida. Menos aun están obsesionados por la locura nuestra de la honra o la deshonra. Pueden
apreciar algo bello. Si encuentran una amatista o una esmeralda que son
corrientes en estos lugares pueden jugar con ella o ponérsela como adorno pero
no la consideran de más valor que su
arco o una flecha. Nadie reverencia a otro, ni existen saludos particulares.
Nadie agradece nada. Lo recibe, demuestra cierto aprecio y nada más.
En las contiendas y choques
personales la ley natural para ellos es la de “ojo por ojo y diente por
diente”. Si alguien mata a otro lo
normal es que se ejecute
al que mató por un miembro de la familia, pero eso lo admiten y no isgnifica que se el comienzo de matanzas interminables. Puede
suceder que la muerte del agresor se cambie
por la “sustitución”. El agresor
reemplaza al muerto toda su vida. Esto sucede cuando se juzga que
se trató de una muerte accidental, por tanto
deberá alimentar a la familia y tomará como esposa a la viuda.
Me suele irritar la falta de
previsión en mis nuevos hermanos. A nosotros se nos enseña desde niños a tratar
de prevenir todo aquello que denominamos
peligroso para nosotros. Esto nos somete a una continua tensión, porque
nos hace imaginar continuamente situaciones que nunca sucederán. Solamente
cuando me dí cuenta que esa imprevisión
de los sucesos se basa en la seguridad en sí mismos, de manera tal que han sido
adiestrados a reaccionar casi instantáneamente en las situaciones peligrosas.
Como decía hace poco el shaman, cuando se rompe el arco se fabrica otro. No se acumula para la vejez porque el
clan se preocupará de nuestras
necesidades cuando llegue el caso. Cuando salgo a cazar y vuelvo con alguna pieza esta será repartida
primeramente entre aquellos que por su edad o impedimento físico ya no pueden
hacerlo. El resto será repartido entre todo el clan en partes proporcionales
sin que yo goce de privilegio alguno.
Exactamente ocurrirá lo mismo con cualquier otro cazador o mujeres
recolectoras.
El shaman me dijo observando mi tendencia
d acumular objetos tanto necesasrios como innecesarios:
•
¿Para qué guardas todas esas cosas si no
puedes usarlas todas a la vez? ¿Para qué
sirve algo que no se usa?
+++++++++++++
La pregunta que me hace el shaman
de por qué vine a este país, me la hacen con mucha frecuencia casi
todos.
Al principio yo no comprendía
el por qué les obsesionaba tanto y
reiteraban u sus preguntas. Me doy cuenta que para ellos el clan y la tribu es
todo. El castigo equivalente a la pena
de muerte entre nosotros es la
expulsión de la tribu. Es la consecuencia que un ser humano sólo frente a la
naturaleza bravía que nos rodea es nada. Ciertamente podrá sobrevivir un tiempo
debido a su entrenamiento. Esto no se debe a que esta naturaleza sea
esencialmente hostil para el humano, sino que es demasiado grande y poderosa,
nos envuelve, tiene sus propias leyes y un pequeño error de parte del humano
implica su muerte cuando no tiene la ayuda del grupo. Los pocos que lo
consiguieron son héroes de leyenda.
Estas mismas leyes rigieron el mundo del que yo provengo en una
antigüedad muy remota. Nosotros las fuimos destruyendo y aquí son plenamente vigentes.
Pienso en mis compañeros de viaje, ahora todos muertos. Si alguno hubiese tenido que sobrevivir como me
sucedió a mí sería para ellos una verdadera tragedia. Se les habría
terminado su única razón de vivir, el ORO. Conseguir oro a cualquier precio
porque esto significaba para ellos poder y lujuria. Soñaban con indias desnudas
que fuesen sus esclavas para sastifacer
sus más peregrinos vicios. Indias a quien violar como derecho de guerra.
Encomiendas de indios esclavos para acumular riqueza e intentar comprarse un
título nobiliario y una espoas española de linaje cuando ya estuviesen ahítos
de sexo y lujuria.
Distinguirse en hechos de armas, es decir, matanza indiscriminada de
indios así ameritarían del Rey por su valentía
el otorgamiento quizá de una
prebenda. Lo que medito no es
imaginación mia sino sacado de las conversaciones ordinarias de mis compañeros
de navegación. Ahora muertos han dado una tregua a estas gentes sencillas.
Muchos otros que nos seguirán, morirán igualmente en naufragios oe en luchas estériles, pero España está llena
de pobres endeudados, soldados desocupados, presos que están en cárceles y galeras. Por tanto
llegarán ola tras ola a la Española y de allí pasarán a este país, que
evidentemente no es una isla, sino probablemente el perdido continente de
Atlantis de que habla Platón en sus
escritos y corroboran algunos de los portulanos.
++++++++++
He permanecido divagando muchas horas. Ya está cayendo la noche. Debo
volver al poblado. Aun me muevo torpemente en la oscuridad. No tengo la
habilidad de los indios que parece nacen con ella para moverse en la oscuridad
más espesa y orientarse bien tanto en el bosque como en los montes y páramos. A
esa maner de caminar la llaman marcha de poder. Para conseguirla me explican que uno debe dejarse
llevar por la capacidad que todos tenemos dentro de uno mismo. Desde luego hay
que olvidar el miedo a extraviarse, tropezar, caer, herirse… He intentado mil
veces humildemente seguir las instrucciones que me ha dado el shaman , en ocasiones
he logrado resultados increíbles. Soy un discípulo torpe en el ejercicio de
esta manera de caminar. Con frecuencia pierdo la concentración y las
consecuencias son bastante desagradables
de golpes y caídas. Yo le repito
que es algo que sedebe aprender de muy joven. Me responde que la
edad no importa y que si persevero un
día lo lograré completamente. Afirma que todos tenernos el “conocimiento” y que
lo importante es saberlo liberar de los miedos. Es un viejo que filosofa como
lo hacía Platón y muchas de sus ideas me recuerdan a este gran filósofo griego.
La diferencia que lo que en aquel era razonamiento puro aquí se aplica en forma
cotidiana en multitud de aspectos. Ahora pienso que si el shaman se fue en forma tan repentina lo hizo para que
trate de poner en práctica sus enseñanzas.
++++++++++++
•
Dime Sirupré, siendo mi padre un
extranjero tan diferente de los otros hombres de nuestra tribu tal como yo lo
recuerdo y me lo han mostrado las visiones cuando vosotros hacéis que su espíritu me penetre ¿cómo es
que la tribu lo hizo uno de sus miembros?
Mucho más cuando lo declaró “elegido” algo inconcebible y que nunca había sucedido con un extranjero.
Le entregaron como esposa a una amazona virgen cosa nunca sucedida. Más tarde elegido jefe de
guerra y toqui de la federación de las tribus para luchar con los extranjeros.
•
Tus dudas, Ureíta, son legítimas, las
mismas que escuchamos entre todas las
gentes de nuestro clan y de la tribu. Mi padre y los ancianos pienso que tuvieron buenas razones para hacer
lo que hicieron. Apoena vivió entre nosotros
creo que unas ocho veces doce
lunas. Menos de la edad que tú tienes
ahora. Es cierto que nosotros le enseñamos de tal manera que le hicimos nacer de nuevo. El también nos
enseñó cosas importantes sobre todo en el arte de la guerra... Tan importantes
que aun existe nuestra tribu y no fue destruida por los extranjeros como las de
nuestros vecinos Si tú aprendes todo aquello que te enseñamos Pineabe y yo, podrás continuar el trabajo de
Apoena y conducirnos, como él nos aconsejaba muy lejos hacía el sur a los
bosques interminables donde los extranjeros nunca podrán penetrar.
•
No creas Ureíta, dijo Pineabe, que las
cosas que te contamos sobre la transformación de tu padre en uno de nosotros
fue algo fácil. Como dijo Sirupré él tuvo que “nacer de nuevo”. Cuando nosotras
decidimos conducirlo hasta la aldea madre, esto no significaba aceptación
alguna. Ignorábamos si los ancianos y el
clan decretarían su muerte inmediata por considerarle un peligro para nosotros.
•
Cuando tu padre llegó a la aldea estaba
muy enfermo y débil. Nosotras
lo
llevábamos al hombro entre dos con un palo colgado en una red. Llegadas a la
aldea lo entregamos a los guerreros a quienes les contamos todo lo sucedido y
por qué habíamos decidido traerle con nosotras. Luego los ancianos del Consejo,
antes de tomar decisiones decidieron dejarle al cuidado del viejo shaman padre
de Sirupré. Nosotras teníamos que continuar el ritual de nuestra iniciación de
amazonas y por tanto quedamos alejadas de la aldea Su destino ya no era cosa
nuestra.
•
Yo, dijo Sirupré, me preparaba para ser shaman y suceder más tarde a mi
padre. Tenía aproximadamente entonces tu edad Ureíta. El extranjero me apasionaba. Su apariencia tan diferente de
la nuestra. Su piel delgada y blanca, El exceso de pelo en su cara. Lo más
impactante era su fragilidad ya que la mayoría de las heridas que tenía se
debían a su incapacidad de moverse en la
playa y el cerro. Sobre todo su lenguaje que no entendíamos en absoluto ni
siquiera aquel que habían vivido muy lejos en contacto con los nahuas, los
mayos e, incluso los mexicas.
++++++++++++
Cuando recuerdo la manera como llegué a la aldea-madre, pienso que fue
una de mis experiencias más difíciles. Después de mi encuentro con las amazonas
me resultó claro que mis únicas posibilidades de sobre vivencia era que ellas
me aceptase y me condujesen hasta su aldea. Enseguida fue evidente que no me
deseaban a pesar de ciertos cuidados que me
dieron. Al principio cuando intentaba seguirlas no me demostraban
hostilidad sino simplemente que
desistiese de ello. Cuando me obstiné en seguirlas creció el rechazo. Se alejaban, me tiraban
piedras hasta que en el colmo de la
irritación y como aviso perentorio, Pineabe con un golpe de lanza me hizo una
herida profunda. Ni siquiera la pérdida
de sangre me hizo cejar en mi empeño. Afortunadamente las podía seguir con facilidad por sus
rastros muy claros en la arena virgen, aunque ello me significaba un terrible
esfuerzo en las condiones de agotamiento en que me encontraba. Conseguía
alcanzarlas siempre aunque me amntenía a cierta distancia con el fin que ellas
inmediatamente no se volviesen a poner
en camino. Alguna de ellas o de común acuerdo, dejaban abundantes alimentos en
la hoguera de su campamento que yo devoraba cada vez con más fruición. Estaba
dispuesto a seguirlas hasta que
definitivamente me faltasen las fuerzas. Me sentía ridículo siguiendo a
aquellas mujeres guerreras incapaz de sobrevivir sin su ayuda.
Agotado al máximo aquel día
pensé que ya no me levantaría más dispuesto a dejarme morir y fue cuando
milagrosamente ellas cambiaron de
parecer. Empezaron a retardar su avance y dejarme acercar a su fogata nocturna.
Finalmente acamparon durante varios días con el claro fin que recobrase fuerzas
mientras ellas gozaban de la natación, la pesca y la caza en el cercano bosque.
Empecé a comprender algunas de sus palabras. Trajeron de esa selva diversas plantas y enredaderas de las que sacaron fibras para fabricar una
red y en un momento dado me ví envuelto en ella, que supendieron de un largo
palo y me llevaban entre dos de ellas. No puedo decir que me sintiese muy
cómodo por el balanceo quue me mareaba quizá debido a mi extrema debilidad.
Aunque ellas son muy atléticas y y yo me encontraba reducido a una
delgadez grande cuando nos internamos
definitivamente en la floresta y empezó
el terreno a subir continuamente la marcha se hizo muy lenta. Perdí la
sensación del tiempo y la posible distancia recorrida. De todas maneras ellas
parecían no preocuparse por esta
lentitud que fijaban por el ritmo de la alimentación del grupo. Cuando en los
altos la caza y la recolección era
abundante la jornada se perlongaba. Si era escas la jornada era corta con el fin de
procurarse alimento abundante.
Nunca sospeché el momento en que
repentinamente llegamos a la aldea. Nada lo había hecho sospechar.
Entonces no logré comprender por que no
habíamos llegado el día precedente. Mi lógica, entonces, no respondía a sus
costumbres.
Hacía varios días que advertí que estábamos caminando por senderos muy
transitados. No es
Que fuesen caminos rurales como los que existen en España. No había
árboles abatidos para hacer un camino
ancho y recto. Solamente algunos troncos en los cursos de agua profundos, que
solamente los pies prensiles de mis
cargadoras pasaban airosos. Lo
único que delataba es que la senda estaba
muy apisonada y que las ramas de
los bordes y aquellas que podían molestar a quien llevase una carga sobre la
cabeza, habían sido quebradas.
Comenzamos la camina cuando
empezó a aclarar, mucho antes que de ordinario. Me llevaban envuelto en la
red. Caminaron un corto tiempo cuando
delante de nosotros sonó como un agudo
ladrido. Quizá un grito de algún animal
no escuchado hasta entonces por mí. De repente desde diversas
distancias y lugares empezaron a llegar
ladridos semejantes. Ellas detuvieron la marcha un momento como para escuchar
mejor. Luego seguimos y al desembocar en un claro nos vimos bruscamente
rodeados por un medio centenar de guerreros que parecían brotar de cada árbol que nos apuntaban con
sus arcos armados o las lanzas. Ante ellos las amazonas parecieron perder algo
de su gallardia, se detuvieron y permanecieron con la cabeza inclinada. Pensé
que habíamos caído en una emboscada. Uno de los guerreros se adelantó y dirigió
a las amazonas un pequeño discurso. Cuando terminó la amazona que tomaba las
decisiones dijo brevemente unas palabras.. El guerrero retrocedió y avanzaron
otros dos que terciándose sus armas a la
espalda., tomaron de las amazonas los extremos del palo que sujetaba mi red y emprendieron una elática
carrera haccía adelante llevándome como
un paquete. Alcancé a ver como las amazonas retrocedían y se internaban por el
mismo camino por el que habíamos llegado.
Detrás de mis porteadores seguía media docena de guerreros como escolta.
Intrigado, trtaba de retorcerme en mi red para mirarles y examinarles. Muchos más altos y anchos que las amazonas,
completamente lampiños y con todo el cuerpo pintado con dibujos geománticos
en azul y rojo. Su única vestimenta, por
así decir, era un diminuto capuchón tejido que llevaban e ne la punta de su
miembro viril sujeto a la cintura por dos delgadas cuerdecillas. En las
pantorrillas, antebrazos, muñecas y tobillos llevaban unas anchas como pulseras que luego
vería que eran fibras vegetales.
El paso de mis porteadores era casi de carrera siempre que la senda lo
permitía. Al rato desembocamos en una
amplia planicie al pie de una montaña. En el fondo, en semicírculo al
pie de la pared rocosa unas inmensas chozas como grandes cascos de navíos
vueltos del revés.
No tenían abertura alguna sino una baja entrada en uno de sus
costados. Eran de paja. Habbía mucho movimiento de hombres y mujeres en la
planicie y alrededor de las chozas. Nuestra llegada les dejó indiferentes.
Mis porteadores se
dirigieron rectamente a una de
las chozas donde colocándome sobre la tieera me deslizaron por la baja entrada. Pasamos de la
intensa claridad exterior a una penumbra profunda. Había allí
dentro bastante humo. Diseminadas siguiendo las paredes de la choza había
algunas hogueras productoras de aquel acre humo. Los guerreros depositándome de
nuevo en tierra extrajeron el palo de mi red y levantándome en vilo colgaron la
red a cierta altura entre muchas otras que allí se encontraban. Eran
hamacas de red semejantes a las coyas
que teníamos en el barco como cama y que eran de lienzo de vela. Algunas de las
hamacas estaban ocupadas, pero la mayoría
colgaban bacías. Los guerreros que me habían traído se fueron y ninguno de los
que allí estaban en sus menesteres
pareció prestarme la menor atención Todo esto
desconociendo sus costumbres me parecía inconcebible
La oscuridad d la cabaña y el balanceo me hicieron caer en una dulce
somnolencia. En medio de ella sentí una presencia
junto a mi hamaca. Un indio muy alto de apariencia viejísma a juzgar por su
arrugada cara me observaba. Ya no me pareció la choza tan oscura como antes
sino que se distinguían cosas y personas en una
suave penumbra. El anciano, entonces se dirigió a mía con una voz suave
y modulada. Al cambiar varias veces de entonación me dí cuenta que estaba
ensayando diversos idiomas conmigo.
Todos aquellos sonidos me resultaban incomprensibles. Comprobando que yo no le entendía no insistió
más. Se volvió hacia uno de los fogones lejanos y dijo algunas palabras. Al
rato salió de allí mismo una mujer de
mediana edad. Su pelo larguísimo le llegaba hasta los talones y estaba
esmeradamente peinado. Traía en la mano una escudilla de madera. Me lo
alargó ra un caldo espeso y oloroso que
bebí con ansia En esa sopa nadaban pequeños pedazos de carne blanda y
deliciosa. El caldo contenía unos como granos gruesos translúcidos y suaves.
Estaba conociendo por primera vez la tapioca. La mujer se retiró. Cuando ingerí
todo el contenido de la escudilla no sabiendo que hacer con ella la deposité
sobre mi pecho. Al pocorato la mujer se acercó silenciosamente y la tomó.
Reconfortado por la comida me adormecí de nuevo. Cuando me desperté traté de
observar cuanto me rodeaba que era tan nuevo parra mí.
L choza era de grandes dimensiones. Unas cuarenta varas de largo por
veinte de ancho y seis o siete de altura en la parte más alta. En ella colgaban
a diversas alturas de los troncos que sujetaban la armazón multitud de redes iguales a la mía. Ahora
estaban todas vacias. Yo me encontraba colgado a unas dos o tres varas del
piso. Los fuegos que había visto
junto a las paredes estaban apagados o humeaban levemente.
En la choza reinaba una intensa actividad que a primera vista me parecía
incoherente. Tanto hombres como mujeres no tenían dificultada alguna para
trepara a usa elevadas hamacas Lo hacían hábilmente, con ligereza y frecuencia
porque junto a ellas tenían colgados canastos de los que sacaban o introducían
cosas. Trepaban por los palos en que
estaban colgadas que observé tenían pequeñas muescas y que les servían como
escaleras colocando en ellos los dedos de los pies. Me sorprendía su elegancia
para trepar erectos sin contorsiones ni aparente esfuerzo.
Sin embargo aquella actividad me parecía incomprensible..
Solamente supe más tarde que era el
resultado que la comunidad se estaba preparando para el recibimiento de las
amazonas.
Ellas habían coronado con éxito su último periodo de iniciación y el
poblado reconocida el hecho de su virginidad intacta y su condición de
guerreras que habían desafiado el posible contacto con otras tribus lejanas y los peligros del mar, la
selva y todo lo concerniente a una larga expedición.
Poco a poco la maloca se fue vaciando de sus habitantes quedando
solamente yo. Mi presencia al
parece lo mismo que no despertaba la
curiosidad, tampoco les inquietaba
lo más mínimo. Aproveché la soledad para descender de mi coy o hamaca,
ahora siento vergüenza por ello e hice
mis necesidades naturales en un rincón alejado cubriéndolas con una espesa capa
de ceniza sacada de un fogón apagado. Volvía a trepara a mi red dificultosamente y me dormí profundamente.
Cuando desperté debido a los alaridos de la multitud y el sonido de
muchos instrumentos era ya noche cerrada. Lleno de curiosidad me hubiera
gustado saber lo que ocurría en el exterior, mi estado de lasitud y el temor de
no ser bien recibido me hicieron
abstenerme de ello. El jolgorio duró muchísimo tiempo. Luego las gentes volvieron a invadir la choza. Se fueron
encendiendo todos los fuegos y las mujeres se
afanaban alrededor de ellos. El humo
me hizo toser y atragantarme. Las salidas y entradas se repetían y
pronto se notaba que llevaban
alimentos fuera de la choza. Solamente cuando empezó a clarear las
gentes se calmaron y empezaron a trepar a sus hamacas en algunas dormían
parejas ye n algunas hacían el amor.
Aquel día los habitantes de la maloca se empezaron a levantar, es
decir, deslizarse de sus hamacas , bastante tarde. Repentinamente llegó el
anciano que el día anterior había
intentado comunicarse conmigo acompañado
de dos robustos mocetones. Ellos me tomaron y me bajaron al piso. Me colocaron
tendido sobre una estera nueva y allí el anciano empezó a examinar todo mi
cuerpo, palpando cado músculo, articulación, miembro por miembro. Lo hacía con
la misma precisión que cualquier médico
español. Se detenía especialmente en dada una de mis llagas aun las minúsculas. Cuando se sintió
satisfecho hizo que me llevasen al exterior. Me condujeron hasta un estero no lejos de la aldea, donde
me sumergieron en sus heladas aguas bajo la vigilancia del anciano, me lavaron
cuidadosamente todo el cuerpo frotándome con unas cortezas jabonosas y
sacándome la suciedad de tantas semanas que llevaba en mi cuerpo.
Me ayudaron a subir a la orilla y me tendieron de nuevo sobre una
estera.
El anciano se preocupó ante todo de las profundas heridas de mis pies
que estaban convertidos en llagas supurantes y profundas debido a las cortantes
lajas de los roquerios de la playa y las largas caminatas por las ardientes
arenas. Con delicadeza utilizando un aguzado palito fue extrayendo todos los
cuerpos extraños y la materia purulenta hasta que sangraron abundantemente..
Las lavó con misteriosas aguas sacada s de diversas calabazas y masticando unas
hojas las aplicó sobre las heridas sujetándolas
con fibras vegetales. Extrajo numerosas espinas de mi cuerpo clavadas en
la larga caminata en los bosques
suspendido balanceándome en la red. En suma limpió y curó todas mis heridas,
algunas de las cuales databan del momento del naufragio.
Me hizo caminar algo alejado del estero y, hizo un hoyo en la tierra y con expresiva mímica
me hizo comprender que allí debería hacer mis necesidades y cubrirlas con
abundante tierra.
Pensé que los mozos iban a retirarse, pero nadie se movió hasta que me
hicieron comprender que me debería
ejecutar. Sin duda para ellos no se trataba de ningún acto vergonzoso como
entre nosotros.
De vuelta a la maloca me colocaron de nuevo ene una hamaca, pero esta
vez de fibras suaves y que colgaron bastante baja, sin duda para facilitar mis
movimientos.
El viejo que ya había comrendido yo que era el curandero de la tribu, debió dejarme al
cuidado de las mujeres, ya que estas
casi enseguida empezaron a traerme alimento y bebida.
++++++++++++
Empecé a observar que en las tardes a la hora aproximada del Ángelus,
los varones que estaban en este momento en la choza, tomaban sus lanzas ,
apoyadas casi siempre cerca de la hamaca en que dormían además se aprovisionaban
de un pequeño cuero y luego salían al exterior. Solían volver ya entrada la
noche. En ese momento, si no lo habían tomado antes, las mujeres les ofrecía
algún alimento y luego se encaramaban en sus propias hamacas.
Muy pronto sabría que en esos momentos diarios se celebraba el consejo
tribal. Ignoraba que en ellos se estaba discutiendo acaloradamente sobre mi destino, mi vida o
muerte. No solamente no lograban un acuerdo unánime necesario para toda decisión en estos pueblos, sino que
carecían de datos para tomar una oportuna decisión. Ante
la imposibbilidad de tomar una
decisión el shaman que era quien me había curado y que siempre demostró mucho interés por mí, propuso que
ante todo era necesario que me restableciese y que él trataría de enseñarme
algo del lenguaje de ellos. Así se podría tomar una decisión justa sobre mi
destino. Fue la opinión que triunfó
+++++++++++++
Han pasado muchos meses, ellos dicen lunas. Me he restablecido y
engordado notablemente. He aprendido algo de su lengua, porque todos se han dado
la diversión de hacerme conocer las palabras para todos los objetos que
nos rodean y otros nexos más sutiles lo he ido deduciendo. Mis heridas se han
cerrado y otras se han abierto ya que comencé a acompañar a los miembros de mi
clan adoptivo en sus expediciones de caza y recolección. Ne he dado cuenta
claramente que a pesar de la gentileza de una gran mayoría hacía mí no es
total. Es evidente que mi permanencia en la tribu tiene razones que se me
escapna. Soy una especie de huésped, tolerado por algunos y rechazado por
otros.
Yo me siento feliz con mis nuevas experiencias y con las cosas que voy
a aprendiendo a diario, como disparar un arco, utilizar una laza de madera…
Ignorancias que les admira que no conozca.
Ciertamente no se trata de una sociedad utópica como la describe Tomas
Moro en uno de sus libros. Encuentro que es una vida hermosa y equilibrada, a
veces muy penosa para mí porque no nací en ella pero que no lo debe ser mucho
para ellos mismos. Sin sentirme excluido me pregunto si me aceptarán entre
ellos o no.
Entre todos los que puedo llamar
amigos se encuentran el viejo shamanDeimpriba y su hijo mayor Sirupré
que es su discípulo y quien le suceda cuando muera. Los cargos en la tribu son
por elección como entre los antiguos germanos. Si las elecciones deben ser
unánimes como por el resto mi imagino que deben ser procesos muy largos y
laboriosos. Aparte del shaman los cargos son temporales y las jefaturas duran lo que sea la caza o la guerra.
+++++++++++++++
Sirupré me ha dicho que mi caso va a ser llevado pronto a la
deliberación del Consejo tribal una de estas tardes puesto que mal o bien puedo
informar a la tribu de la razón por la que he llegado a estos lugares y
contestar a las preguntas que ellos me hagan. Es claro que voy a ser sometido a
una especie de jucio popular.
++++++++++++++++
IV. EL
GRAN CONSEJO
Ya no se trata de unas conjeturas de Sirupré. El Gran Concejo de la
tribu, no el diario del clan se va a dar en pocos días más. No faltará nadie de
la tribu, sea varón o hembra. Algunos vendrán de aldeas lejanas, solamente no
participarán los centinelas de la aldea.
El sol se está poniendo, las noches son muy frescas. Voy viendo como
los hombres de mi maloca van tomado sus lanzas y recogen su pequeño cuero de
corzo. En unos momentos más yo haré lo mismo. En el centro de la media luna que
forman las malocas, los jóvenes han acumulado gran cantidad de leña para hacer
la gran hoguera que deberá durar muchas
horas. cada uno va eligiendo el lugar que más le justa cerca del fuego que da
luz y calor.. Clava allí su lanza em el suelo arenosos y coloca delante de ella
el cuero que ha traído . Luego se sentará hierático con las piernas cruzadas y
la espalda ligeramente apoyada en su lanza. Así inmóvil
estará durante las horas del Consejo o bien cuchicheará sin moverse con
alguno de sus vecinos como si estuviera recitando alguna oración.
Las mujeres-madres con sus hijos pequeños permanecen en la periferia,
apoyadas en los muros de las malocas cercanas. Desde esa posición escuchan las
discusiones generales y vigilan las evoluciones de sus niños preparadas para que con sus correrías perturben las
discusiones del Consejo cuando son generales. Esto no ocurre con frecuencia
porque los niños indios no son tan bulliciosos como lo serán los españoles.
Nadie da la señal para el comienzo del Consejo. Algún anciano o
guerrero prominente propone algo. Si el tema es de importancia poco a poco
todos se van concentrando en él. Rara vez lo que hablan levantan la voz. Suelen
hablar con un tono reposado Yo me he instaldado cerca de los guerreros que
rodean al shaman. Si bien las mujeres –madre
no suelen tomar la palbra, las amazonas participan como cualquier
guerrero. Esta vez lanzó el tema Pineabe, la joven amazona que comandaba el
grupo que me trajo a la aldea.
Alvaro, dijo ella pronunciando con dificultad mi nombre, ya hace
varias lunas que convive con nosotros. Comprende ya lo queu hablamos y sabe decir muchas cosas en nuestra lengua. Ha
llegado el momento que deba explicarnos
por qué atravesando la Gran agua
llegó a nuestras tierras. Deberá declararnos cual es us tribu y sus
intenciones.
A sus palabras siguió un fuerte murmullo de aprobación que duró largo
rato. Todos comentaban entre sí las palabras de Pineabe.
Se me había advertido que no tratase de expresarme mientras
no fuese interrogado directamente por alguno de los presentes.
Tampoco debía incorporarme o cambiar de
lugar. Desde el mismo lugar en que encontraba debía contestar lo que se me preguntase con pocas palabras,
porque mis asesores sabían que a pesar
de mis limitaciones lingüísticas, me explayaba de una manera poco familiar para la parquedad de la tribu en sus
expresiones. De todas maneras en aquellos momentos me parecía una hazaña
superior a mis fuerzas expresarme en una lengua que apenas
dominaba.
Justamente cuando estaba en
estos pensamientos se deslizó a mi lado el joven Sirupré, mi más inteligente
confidente, con quien infinitas veces había conversado todo aquello que podía
ser el tema del Consejo.
+++++++++++++
Cuando Sirupré creyó oportuno explicó:
Álvaro siempre ha querido que
todos sepan las razones de su llegada a
nuestras tierras. Tiene mucho deseo de hacerse comprender, pero como niño
pequeño aun sabe hablar poco en nuestra lengua.
++++++++++++++
Hermanos míos benditos seáis. Hace ya muchas lunas el Gran Anciano del
Cielo me envió a vosotros para ser vuestro amigo. Vine desde lejanas tierras al
otro lado de la Gran Agua a muchas lunas
de esta tierra. Un huracán arrastró nuestra gran canoa durante días y
noche y nos arrojó a la playa sin
límites. Yo solo sobreviví porque así lo
quisieron vuestros dioses.
Siguió silencio hasta que un guerrero dijo: Creemos lo que dices,
hombre extranjero. ¿Con qué intenciones
viniste tú y tus compañeros a
nuestras tierras? Los clanes y las tribus solamente se mueven por alimento y por otras tierras.
Quise venir a conocer porque me habían dicho que esta era una hermosa
tierra poblado de gentes hermosas y sabias. Un país donde las platas y animales
eran abundantes y diferentes de mi tierra.
No comprendemos, extranjero, que alguien emprenda tan largo camino por
la Gran Agua a causa de lo que tú has dicho. Nosotros creemos que veníais para
conocer nuestras tierras y comprobar si
eran tan buenas como os habían dicho. Luego venir con toda la tribu para
quitárnosla. Esto es lo que siempre ha sucedido
Lo que has dicho es cierto. Eso pensaban mis compañeros de viaje y por
eso el anciano del Cielo los hizo morir. Yo no vine enviado por nadie porque mi
deseo era vivir en una tribu que no era
la mía y aprender de su sabiduría.
La amazona Pineabe tomó la palabra: Extranjero, dijo con calma
terrible, hasta ahora te creímos leal, tus palabras son lisonjeras como alguien
que está temiendo la muerte.
El explorador de una tribu extranjera debe ser muerto para que no
lleve a su pueblo el camino y la forma de llegar a lo que descubrió. El no
hacerlo así nos acarrearía mil desgracias.
Si la ley es que yo deba ser muerto, lo acepto. No vine a explorar
vuestras tierras que ni siquiera sabía donde estaban ni quienes vivían en
ellas. Después de haber vivido varias lunas con vosotros y conoceros mi deseo
sería permanecer como vuestro hermano y seguir todas vuestras costumbres.
Podríamos entregarte una canoa para que volvieses a tu lejana tribu si
te comprometes a no hablar nunca de nosotros y de nuestra tierra.
Mi tribu vive al otro lado de la Gran Agua a muchas lunas de distancia, Nosotros para llegar
aquí teníamos una gran canoa que podía llevar a un clan numeroso. No deseo volver
a mi tribu y esto les asegura que yo no les
podré conducir jamás a estos
lugares.
Ahora extranjero ya estás fuerte, te daremos armas y quizá una de las
tribus más al norte te reciba
Si la tribu lo desea así partiré. He aprendido algo de vuestra lengua
y costumbres y deseo que esa lengua y costumbres lleguen a ser las mías.
Extranjero, dijo el shaman que hasta aquel momento no había
intervenido, ¿vendrán más exploradores de tu tribu?
Os contestaré lealmente. No creo que una cosa sí ocurra sino después
de incontables lunas. Mi canoa se desvió por el temporal y ellos no desean
venir tan al sur. Temo mucho que un día lejano lleguen a encontrar el camino.
¿Ese lejano día ¿te unirás a ellos?
Nunca. E
Se día lucharé como cualquier toro guerrero de esta tribu para
defender nuestra tribu y nuestros
terrenos de caza y recolección. Lo haré hasta la muerte.
Hubo una larga, muy larga pausa en que los intercambios entre los
presentes, sin moverse de sus lugares y casi musitando intercambiaban sus
opiniones. Me sobresalté cuando el shaman volvió a hablar creo que como
mandatario de la comunidad.
Extranjero, te venimos observando
desde que te trajeron a nuestro
clan. Tu corazón nos parece sincero.
En cambio tu cuerpo es débil. Tus manos y pies demasiado blandos, incapaces de resistir las largas
marchas o arrancar el alimento. La piel
de tu cuerpo es delgada y sufres mucho de espinas, aguijones de insectos. En la
caza eres torpe porque no sabes correr en la selva. No sabes distinguir la
diferencia entre una planta venenosa y una planta alimenticia o curativa. Eres
incapaz de escuchar la tos de la pantera, oler al ciervo o al pecarí, flechar
al pez dentro del agua.
Todo lo que has dicho, anciano es completamente cierto. La piel de mis
pies, manos y cuerpo se encallecerá e
iré aprendiendo la multitud de coas que ignoro. Todo ser humano es capaz de
eso. Debo comenzar a aprender como un niño pequeño.
Un ser humano puede aprender de nuevo, pero tu no eres ya niño, Cuando
los árboles crecen para un lado es muy difícil inclinarlos para el contrario.
Tendrías que aprender como niño, ser iniciado como joven, aprender como hombre. ¿serás capaz de ello?
Tú sabiduría es grande, anciano. Pido que la tribu me ponga a prueba.
Si no me juzga digno que me deseche como fruto inútil. Un día como se hace con
los jóvenes iniciados me llevaréis a un lugar ignoto y lejano. Si con lo que
haya aprendido soy incapaz de volver a la tribu será porque el Gran Padre me ha
desechado. Mi suerte será la de cualquier desterrado.
Habéis escuchado al extranjero. Que vuestro corazón dictamine si
aceptáis que llegue a ser uno de nosotros.
Lenta y volublemente a la luz
de las reanimadas llamas de la gran hoguera se fueron levantando las manos.
Cuando Sirupré dejó caer la mano sobre mi hombro supe que la tribu por
unanimidad estaba aceptando mi intento,
creo que con bastante desconfianza y
escepticismo.
Mi clan, será tú clan, dijo el shaman. Yo seré tu guía. Dese este
momento participarás del grupo de los más jóvenes aspirantes a guerrero.
++++++++++++++
La asamblea se fue disolviendo. La hoguera era ya solamente un gran
brasero, del que las mujeres extraían brasa para sus propios fogones. Muy
pronto comenzaría a aclarar.
Me incorporé. Recogí el curo de corzo sobre el que estaba sentado, extraje
mi lanza y me dirigí hacía la maloca.
Empecé a sentir oscuramente el peso de la singular aventura que iba a
comenzar. Ya estaba interiorizado en la manera de actuar de mis nuevos hermanos y sabía
perfectamente que no tendrían ninguna preferencia para tratarme con toda rigurosidad y exigirme el máximo de
mis posibilidades. Estaba seguro que
muchos, quizá la mayoría, habían aceptado la experiencia convencidos que no podría superar todas mis deficiencias. Yo
iba a renunciar a un pasado inscrito en mi por cientos de generaciones y para
lo que mi cuerpo y mente no estaba preparados. Debía nacer a una vida nueva en
un nuevo mundo. La resolución estaba
Tomada la realización se daría
día a día. En aquellos momentos no me preguntaba si tendría éxito o no.
Quería únicamente vaciarme de lo anterior para recibir lo nuevo.
+++++++++++++++++
V. LA INICIACION DEL GUERRERO
Un sabio dice que es necesario desaprender para lograr aprender. Yeshoua dice en el evangelio que si
no se hace uno como niño no entrará en el reino de los cielos. Sin transición
alguna empecé a experimentar ambas cosas. El viejo shaman comprendía muy bien cuando me dijo lo difícil
que es volver a aprender en una edad que ya se cree saber casi todo y además
enseñar el cuerpo a una realidad dura
como la que practican y viven ellos.
Los indios, ya me había dado cuenta, aprenden a mirar y vivir el mundo
que les rodea de una manera absolutamente que lo haría un niño español. La
diferencia me parece que consiste en que ellos ven cuanto les rodea como algo
natural y normal. De alguna manera se identifican con el mundo que les rodea.
Hay que aceptar todo como es, y “como es” resulta bueno. El resultado es
que ellos son los que se tiene que
adaptar a cuanto les rodea y no como nosotros que tratamos de modificar todo aquello que o no nos gusta o suponemos
nos dañará. Para nosotros el mundo suele ser sucio, peligroso y ,con
frecuencia, malo. Debemos estar siempre a la defensiva porque hasta el ser
humano, nuestro prójimo no es confiable.
El niño indio desde que nace está en contacto físico con el mundo que
le rodea. Ni siquier usan algo parecido
a un pañal. Estará desde su nacimiento en contacto piel con piel con su madre.
En cuanto se comience a independizar, lo
estará con la tierra, las piedras, las espinas las plantas y los animales. Se
irá adaptando a sus beneficios y peligros. El rio no será peligroso si aprende
a flotar en sus aguas. No es raro que niñitos que apenas saben caminar en
tierra firme naden o floten en aguas
poco profundas pataleando a la manera de los perrillos. No se les enseña a
temer a las serpientes, sino se les muestra las que son venenosas y como se las
debe apartar mediante un palito o una rama larga. Tan pronto como dejan el
cuerpo de sus madres saben como defenderse del frio y calor ya sea por una gran
actividad o la búsqueda de inactividad en lugares sombreados.
En cambio yo de niño, según lo recuerdo viví como todos los otros en
una maraña inextricable de prohibiciones acerca de lo que podía hacer o lo que tenía que evitar. En mi
tierra no se conoce lo que nos rodea por propia experiencia sino por los ojos,
sensaciones y temores de los adultos. No nos permiten experimentar lo que nos
rodea y siempre nos trasmiten sus gustos
y temores ante todo.
Además la experiencia corporal de un niño es muy limitada, pues desde
que nacemos nos envuelven en apretadas fajas. Luego nos ciñen ropas según sus
propios gustos, calzados que atormentan nuestros pies, alfombras, braseros,
chimeneas y manjares a su guisa. Se aparta de nosotros todo aquello que se
juzga nos pueda dañar en vez de mostrarnos que
precisamente es nuestra imprudencia lo que generalmente causa el posible
daño.
Yo hablo esto porque es
especialmente fuerte en las clases ricas
y de gentilhombres que en las pobres aunque las diferencias sean sobre
todo de grado en los cuidados.
Estas distorsiones que se dan en nosotros los europeos comienzan en la
infancia, continúan y aumentan con el crecimiento y terminan por invadirnos
completamente en todos los ámbitos de nuestra vida. Los letrados son los
mejores ejemplos de esta evolución en que nos apartamos de nuestro ser
original. Yo mismo, hombre de armas y
letrado a medias me encontraba muy orgulloso
de mis conocimientos indirectos del mundo a través de los libros considerando
esto como uno de los mayores logros alcanzados por el ser humano.
A las pocas semanas de mi convivencia con los indios esa concepción
aparecía falsa e inútil frente a los
acontecimientos reales. Ninguno de mis conocimientos teóricos me servía en aquellos
momentos para nada útil o para la sobrevivencia. A la vez me sentía maniatado
por todos aquellos prejuicios que me habían imbuido y que obraban en mí como
una falsa naturaleza. Por ejemplo de
estar completamente desnudo entre varones y , sobre todo, mujeres, que
no llevaban sobre su cuerpo sino un diminuto triangulito tejido sobre su sexo.
Yo creo que l shaman adivinaba vagamente algo de mi naturaleza interior. Debo a su sabiduría y
comprensión haber alcanzado las diversas metas de mi nueva iniciación.
Empecé a darme cuenta según empezaba a comprender y estimar el mundo
que me rodeaba la causa que mis nuevos compañeros se sintiesen desorientados
por mis reacciones y comportamientos para ellos incomprensibles. Cuando encontré varios meses antes por primera vez a
las amazonas cuando en aquel
lugar para mí inhóspito y desértico donde estuve a punto de perecer,
ellas vivían y se movían sin el menor esfuerzo encontrando las solución adecuada a todas sus
necesidades, incluso de gozo y placer.
Según comencé a comprender el lenguaje de todas aquellas gentes que me rodeaban y pude participar en sus
conversaciones descubrí que el abismo que nos separaba era uaun más profundo.
Ellos y yo nos encontrábamos en dos mundos conceptualmente diferentes. En manera
alguna como me lo habían dicho antes de embarcar muchos de los que ya habían tenido contacto
con las gentes de estos lugares. Ellos decían haber encontrados sers primitivos y toscos algo así como esos locos
que hay en cada pueblo que apenas balbucean sino incoherencias, unos pobres
mentecatos. Seres inferiores.
Eso en el fondo es una infamia difundida para poder esclavizar mejor a estas gentes.
Posiblemente también porque esos
españoles tan orgullosos de sí mismos eran unos imbéciles incapaces de captar
la riqueza de los nuevos pueblos con que entraban en contacto.
Su lengua es muy rica en expresiones. Tienen un nombre para todo.
Ciertamente se refieren sobre todo al mundo real. Por ejemplo tiene una palabra
diferente para nombrar a los miembros de la familia, cosa que entre los
españoles se denominan en general tipos.
Ellos indican si son familiares paternos o maternos hasta una lejanía
notable. Desde luego ignoran todas esas palabras que nosotros dedicamos a la metafísica o bien con la que
designamos géneros completos. Para ellos es inconcebible llamar ´´árbol lo
mismo a una higuera que a un pino. Lo mismo cuando decimos “pariente, ya que
como he dicho tiene una palabra para cada grado de parentesco.
Nosotros denominamos “mujer” a toda hembra, aquí se designan con
palabras equivalentes a mujer-madre, mujer niña, mujer –viuda, mujer-virgen y
muchas más. Los objetos mismos gozan de personalidad. No son simples cosas como
entre nosotros, ellos gozan de esa personalidad
que le transfirió su constructor. Es aes la razón porque no son comerciables y difícilmente transferibles sino en ocasiones especiales
como un don. Me imagino que en la primera observación todo ello parecería
sumamente complicado a los europeos, no
lo es tanto cuando se capta el sentido general de todo ello.
Considerando parte de lo qu vengo diciendo se comprende el sentido de la “iniciación” que
en el fondo no es otra cosa sino el examen de de todo lo aprendido en una etapa
de su vida por cada mujer u hombre cuando va a pasar a otra etapa de su vida.
Aquí no existen los maestros de escuela, ni siquiera el Gran Maestro que sería
el shaman por la gran sabiduría que posee. Nada de eso es necesario porque el
indio sea mujer ou hombre mucho antes de tener uso de razón comienza aa imitar en
su nivel aquello que realizan y usan los
adultos. Estos para facilitarles el aprendizaje muy ponto les fabrican como
juguetes las mismas cosas que ellos
utilizan en su vida diaria , ya sea una lanza un arco o un rallador de
mandioca.
Cuando el clan decide que ha llegado el momento de una de las
iniciaciones, los jóvenes son separados y deben demostrar lo que son capaces de
hacer y lo que han aprendido en esa
etapa previa de sus vidas. Ahora ya no como juego sino como adultos.
Todo joven pasa por la primera iniciación que le conduce a ser
considerado como adulto que es capaz de bastarse a sí mismo En este periodo se les enseñan los grandes
secretos del clan y de la tribu. Generalmente mediante leyendas para que comprendan
el sentido que tendrá su vida de adulto. En ocasiones se repite el mismo prceso cuando la tribu
elige a uno de estos nuevos adultos debido a las cualidades que existen en él
para una tarea en que las ejercite al
servicio de la comunidad. Son los guerreros escogidos, las amazonas, los
shamanes…
+++++++++++
Después de la determinación que tomó el Consejo a mi respecto
transcurrieron algunos días sin que se
alterase para nada el ritmo de vida que hasta ahora había llevado De hecho
ellos estaban juzgando que na la participación mía en las actividades del clan
equivalían un poco al aprendizaje de los niños pequeños habituándome a su vida
aunque fuese de una manera muy torpe.
Aquel día noté un movimiento desacostumbrado en el en el poblado. En
el extremo más alejado de la media luna
que formaban las grandes malocas, un grupo de hombres y mujeres empezaban a
construir otra muy pequeña. Traté de unirme al grupo ya que era la primera vez
que veía la construcción de una cabaña. Comenzaron clavando profundamente en el
suelo dos trocos que terminaban en una horca. Entre estos arbolitos pusieron a caballo uno muy largo y derecho
en sentido longitudinal. Todo lo
amarraban fuertemente con bejucos. Con una estaca afilada trazaron en la tierra
una elipse que daba la vuelta a los dos arbolitos. En la elipse que marcaron
fueron clavando profundamente en la tierra
largos y delgados arbolitos cada uno a una media vara de distancia.
Estos arbolitos eran tan flexibles que
se curvaban con facilidad y los iban amarrando a la viga central o viga maestra
Pronto la armazón parecía la de una quilla de una embarcación vuelta del revés.
Cuando los tuvieron todos bien amarrados empezaron a tejer otras varas entre las verticales en forma
horizontal de manera que ya parecía la armazón de un canasto.. Mientras se hacía esto mujeres y niños traían grandes cantidades de ramas de una
determinada palmera. Partiendo del piso empezaron a cubrir la choza a la manera
que se hace con las tejas en España. La capa de ramas era gruesa y apretada y
para hacerla más firme colocaron varas sobre ellas, todo ello cosido a las
ramas de la armazón con las consabidas lianas.
Hicieron la construcción con admirable rapidez. Todos sabían lo que tenían que hacer sin órdenes de
nadie. Es lo mismo que sucedía en las cacerías, la pesca y los trabajos en
común que se realizaban.
Una vez terminada era una maloca exactamente igual que las grandes
pero en este caso de reducidas dimensiones. En la parte más larga dejaron una
pequeña abertura como puerta a rás del piso de manera que era necesario entrar
a gatas. El hogar quedaba frente a la
entrada y lo delimitaron con piedras. En el centro colgaron una hamaca de
algodón nueva.
Yo mee preguntaba intrigado que destino iban a dar a todo aquello.
Cuando Sirupré muerto de risa me preguntó si me gustaba la maloca quedé
petrificado.
Yo sabía y esperaba que hicieran conmigo lo mismo que solían hacer con
los jóvenes que van a ser iniciados a los que se les construye una pequeña
división dentro de la gran maloca. Parecía que para mí puesto que no iba a ser
un iniciado corriente iban a proceder de otra manera. Pronto sabría el por qué.
Mi iniciación iba a ser muy larga y yo no era un niño que recién entraba en la
pubertad. El Shaman ideó lo que le pareció mejor para mí y para la tribu sin
apartarse de las tradiciones.
Aquel día el Consejo de la tarde fue breve. Antes que terminase el
viejo shaman se incorporó de su lugar, se acercó a mí y haciéndome levantar me
tomó de la mano y me condujo frente a la hoguera como para que toso me pudiesen
ver bien.
Me pidió que colocase las dos manos frente a mi pecho en forma de
cuenco y agachándose tomó dos brasas de la hoguera que depositó en mis manos.
Comprendí que se esta exigiendo de mí una prueba y las recibí estoicamente. No
fue nada terrible, quizá porque ya mis manos eran muy callosas por la vida que
compartía. Se enfriaron rápidamente sin producirme mayores quemaduras. Entonces el shaman dijo
con voz clara para que todos escudasen:
•
De AHORA EN ADELANTE TE LLAMARÁN APOENA.
Todos los presentes en un murmullo común repitieron:
A P O E N A.
Entonces el shaman me tomó de una mano y de la otra su hijo Sirupré y
me condujeron hacía la pequeña maloca que recientemente se había construido. Me
hicieron penetrar. En ella ardía el fuego y en la penumbra se dibujaba la
silueta de una mujer. A ambos lados del fuego había dos esteras nuevas. Ellos
se sentaron en una de ellas y me indicaron que yo me sentase en la otra frente
a ellos. La mujer se acercó y se arrodilló detrás mío.
Después de un largo silencio según la costumbre de ellos el shaman
tomó la palabra con el reposo y mesura que siempre mostraba:
•
Apoena, te he observado desde que
llegaste con nosotros..
Ya no eres
más un extranjero, tienes nombre y todos te llamarán desde este momento Apoena.
Aun no
eres nada. Eres un hombre que aceptas
renacer en nuestra tribu y clan.
Nunca has
mirado con ojos de deseo a nuestras hembras, ni a nuestras hijas.
Eres varón
y sientes hambre, sed y deseos de yacer con una mujer.
Detrás de
ti se encuentra Ati que será su hembra. No eres aun digno que la tribu te
conceda una esposa.
Ati como
viuda que es te servirá en todo lo que necesites y para que yazgas con ella
cuando os plazca y satisfagas siempre tus necesidades de varón adulto. Si no lo
haces así un día desearías lo que no te es lícito desear.
Entre
nosotros los jóvenes que aun no tiene esposa, aquellos que la han perdido piden
a aquellas mujeres que han perdido el varón que yazgan con ellos y la tribu lo
aprueba.
Yo desorientado por la nueva
situación, quizá también desconcertado por tener que quizá compartir mi
compañera con otros varones, dije:
•
Podría abstenerme, como ahora, del goce
de mujer.
•
Hijo, quizá te puedas abstener por un
tiempo de ese goce concedido a todo varónn. El deseo va anidando traidoramente
en el corazón.
•
Desde la próxima salida del sol comienza
comenzará tu preparación y con frecuencia necesitarás la ayuda y consuelo de tu
compañera.
‘Qué podía objetar a estas disposiciones? ¿Qué mi religión me lo
prohibía? ¿acaso no sabía que esas prohibiciones religiosas no se cumplían
siquiera en mi patria aun con el temor de la Santa Inquisición? ¿No hacen estas
cosas normalmente los soldados y
marineros? Yo estaba aceptando un mundo diferente cuyas leyes no
escritas, hasta lo que conocía entonces eran sabias y equitativas. ¿por qué me
tendría que mantener anclado en mi pasado?
Mi silencio les pareció sin duda una clara aceptación. Se levantaron y
gatearon por la baja puerta Yo seguí
inmóvil un largo momento en mi sitio.
Mis meditaciones en esos instantes eran bastante divertidas.
Me preguntaba ante todo la
clase de viuda que me habían asignado y
que aun permanecía arrodillada a mis espaldas y que no había distinguido sino
en silueta.
¿Sería una de aquellas mujeres obesas de enormes y caídos pechos? Tan
absorbido estaba en estos y otros
semejantes pensamientos que apenas advertí cuando Ati se incorporó y
salió de la choza.
Es cierto mi mente vagaba un poco desorientada frente a las repentinas y nuevas situaciones
que se me habían presentado Me desperté
de mis ensueños cuando rato después
alguien se deslizaba de nuevo en la choza y una cabeza rapada se
inclinaba delante de mí depositando a mis pies unas calabazas con comida. En
ese momento recordé que las mujeres
viudas se rapaban la cabeza en señal de duelo El de Ati, en consecuencia debía
haber sido muy reciente.
Ella retrocedió y tomando de un rincón un manojo de ramas delgadas las
fue depositando sobre la hoguera moribunda. Se elevó un espeso humo y luego
estalló una brillante llamarada
Ati, a pesar de su cabeza rapada tenía una hermosa fisonomía y hermoso
cuerpo. Me miraba risueña como si hubiese adivinado mis anteriores malignos
pensamientos. Era casi una niñay me pregunté si acaso fue madre. La indiqué que se sentase. No lo hizo.
Tampoco aceptó tomar nada de la comida que me había traído hasta que yo
terminé. Esa era la costumbre habitual de las mujeres.
Aquella noche por primera vez cohabité con una mujer india con la
aprobación de la tribu.
Efectivamente Ati había enviudado pocos días antes y pertenecía a un
clan algo lejando del nuestro. No tenía hijos. En cuanto averiguar si había tenido muchas relaciones
con los varones de mi clan antes que yo, preferí siempre no saberlo.
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Aun no amanecía cuando Ati saltó de la hamaca y reanimó el fuego de la
hoguera. Ambos fuimos a asearnos al cercano y helado estero y la traté de
convencer que comiésemos juntos y a la vez de la misma escudilla.
Aunque ati no era hermosa según
los cánones de la belleza española, si era
muy bien proporcionada y vigorosa. Me sentí gozoso de tenérmela como
compañera. Tomé mi arco y lanza para salir con los cazadores. Sabía que ya
desde ese emomento comenzaba mi entrenamiento, pero mientras no recibiese
alguna indicación seguiría haciendo lo que ya era como una costumbre. Salir a
cazar no implicaba que cazase nada porque aun era muy torpe con el arco y
solamente podía ayudar a rodear la caza o rematar un animal herido. La
costumbre entre ellos es que no se hacen preguntas previas, las cosas se dan
por sí sola o “suceden”. Cuando me disponía a salir Ati me tomó de una mano y
me dijo que no lo hiciese porque hoy me iban a sacar mis pelos, a depilarme. Me
quedé estupefacto pero sabía que mi
abundante pilosidad corporal les resultaba
indecente. Los indios son lampiños y la pilosidad escasa que tienen o el
vello les irrita y se lo sacan. Igualmente las mujeres en el pubis quizá sea un
cano de belleza entre ellos o bien
piensen que se asemejan a los monos cuando tiene alguna vellosidad.
Los pocos vellos que tienen se los sacan continuamente. Cuando una
mujer tiene una cierta intimidad con un
hombre de su familia, mientras conversan ella le está explorando algún
insignificante pelillo de cualquier parte de su cuerpo. Lo mismo hacen entre
ellas y con más frecuencia.
Ciertamente que en mi país yo no era considerado como un ejemplar
especialmente velludo ni barbudo, pero para su sensibilidad yo era pariente de
los monos. Sus bromas versaban siempre sobre mi pilosidad.
Ahora que iba a formar parte de la tribu caía de su peso que tratasen de
ponerme decente segú sus concepciones.
No tuve que esperar mucho tiempo. Apenas salido el sol llegaron dos
hombres y dos mujeres del clan del shaman y me pidieron que les acompañase. Me
llevaron hasta un lugar bien asoleado
del boque, un claro donde se encontraba un gran tronco caído. Me hicieron
acostarme a ahorcajadas en el tronco de bruces. Los hombres empezaron a
masajearme con un aceite que ellos llaman de coco y se saca de los deliciosos
frutos de una palmera. Luego en las partes más vellosas me untaron miel.. Las
mujeres, mientras tanto calentaban una resina que bastante caliente esparcieron
en tiras sobre mi cuerpo. La dejaban endurecer y luego con un brusco tirón me
la sacaban arrancando todo el pelo que habían cubierto. El dolor era desagradable
pero se podía soportar. Me untaban más aceite y se daban la tarea con el
índice y el pulgar arrancarme cualquier pelo que hubiese quedado. Este trabajo lo llevaban a cabo con
una seriedad y meticulosidad que me producía risa.
La cosa fue mucho peor cuando la emprendieron con mi barba aunque
utilizaban solamente los dedos e iban pelo a pelo. Al rato sentía la cara
bastante inflamada y protestaba, lo cual les decidió a amarrarme al tronco y y
siguieron el proceso en forma
impertérrita.
Cuando terminaron había quedado como un niño y con la cara
excesivamente dolorida e hinchada al
tacto, lamentando no tener un espejo donde ver mi nuevo rostro.
Ellos me miraban, palmeaban y reían gozosos. Yo me sentía como a
alguien que acaban de desollar. Ese día no alcanzaron a cortarme el pelo a su
moda. Mi melena era salvaje y yo la ceñia con una cinta tejida de envira.
Al día siguiente Ati repasó concienzudamente mi cuerpo en busca de los
últimos pelos y procedió a cortarme el cabello a la moda del clan. Buscó una calabaza que se ajustase a mi
cabeza, la ajustó y fue cortando siempre con las uñas del índice y el pulgar
todo lo que sobresalía de ella. Por detrás me dejó una melena que me llegaba a
los omóplatos Por último se puso a la tarea de despiojarme, que me proporcionó
tanto bienestar que me quedé dormido.
Cuando en la tarde me dirigí al
Consejo tribal, todos aquellos con los que me cruzaba chasqueaban la lengua en
señal de aprobación y simpatía. Ahora
exteriormente estaba dentro de los cánones de la moda tribal.
Sirupré me contó en la tarde que se había discutido si yo debería
portar la pequeña funda peneal tejida de
fibras vegetales que llevaban todos los varones adultos después de su primera
iniciación o bien debería continuar completamente desnudo como los niños y
jovencitos aun no iniciados. Ahora que depilado mi órgano masculino era más
evidente algunos creyeron se debía tomar una decisión. Decidieron que yo era un
niño frente a la tribu y que el porte del capuchón me sería otorgado junto con la perforación de los lóbulos de
mis orejas terminada mmi iniciación si era digno de ello.
Fue extraña mi reacción interior frente al anuncio y determinación de ambas cosas. Hasta
entonces mi desnudez total no había significado ningún problema para mí. Por
necesidad me había acostumbrado a ella, pero desde el momento que conocí la
decisión de la tribu me empecé a sentir ridículamente desnudo y desprotegido
frente a los otros varones. Era para mí fuente de humillación y me sentía
ridículamente desnudo frente a aquellos que llevaban aquel minúsculo capuchón que los declaraba adultos.
Lo que más me atormentaba era el hecho que debían perforar mis orejas.
No era el temor al dolor físico que esto debía causar, sino aquella deformación
causada por los desaforados palitos que
atravesaban las orejas y que me dejarían marcado para siempre. A pesar de haber
aceptado tácitamente todo lo que fuera
necesario para convertirme en un miembro de la tribu aquellos deformantes agujeros me parecían infamantes.
Creo que sentía en el fondo que era algo que me separaba irremediablemente de los míos y que sellaba mi renuncia definitiva
al pasado. Estas tontas imaginaciones me atormentaron durante mucho tiempo.
Intentaba consolarme diciéndome que faltaba tanto para la posible ceremonia de iniciación que era
muy posible que la tribu cambiase de opinión aun no conocía bastante la firmeza de esas determinaciones.
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En esos días de que hablo, tuve otro motivo de desazón. Pronto me di
cuenta que mi concubina Ati era solicitad de vez en cuando por algún
guerrero aun soltero o por jóvenes aun
no iniciados. El hombre se acercaba a ella, conversaban un momento y luego Ati le seguía al cercano bosque. El significado
de aquellas maniobras era obvio y me
había sido explicado de antemano cuando me entregaron a Ati. Indudablemente no
era como ocurría en España un acto de
prostitución, puesto que ella por su
aceptación no recibía regalo alguno, sin simplemente una costumbre estatuida
para mantener el equilibrio del clan. Para mi sensibilidad aquello era muy
irritante.
A veces buscaba un cierto alivio con Sirupré, mi amigo que si bien
ccreo que me comprendía poco, tenía siempre la gentileza de escucharme y
pacientemente darme una explicació de cómo sucedían las cosas. Así conocí
muchos detalles de la vida tribal que escapaban aun a mi observación. Una vez
que se formaba una pareja estable, si algún varón forzaba a una hembra o la
engañaba sería expulsado de la tribu o bien huirían ambos juntos.. La poligamia se daba solamente con las hermanas de la
compañera del varón especialmente cuando
este era alguien que aparecía fuera de serie y que debería tener
muchos descendientes. Ese sistema mantenía la armonía familiar. Las viudas eran
la válvula de escape para la satisfacción de los varones que deseaban tener
sexo.
Otra cosa supe. Una mujer podía rechazar a su compañero. Bastaba que este encontrase sus pertenencias afuera de la maloca. Sin embargo la mujer
debía explicar al clan las causas de este rompimiento. En ese caso
pasaba a la categoría de vi duda. Estas cesaban en su rol tan pronto como un
varón la declaraba como su compañera habitual y comenzaba a alimentarla con la parte que le
correspondía en el reparto de la caza.
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Toda la tribu empezó a mostrar interés por mi adaptación a su vida. EL
shaman se hacía ayudar por varios instructores
que se esmeraban en enseñarme desde el arte de encender fuego por fortación de dos palos a fabricar perfectamente la
cuerda de un arcco, la lucha sin armas o la lucha con la terrible macana. Cada
cosa la debía aprender con una minuciosidad casi maniática, porque yo no tenía el espacio de los años
en que los niños las iban aprendiendo jugando. Estas enseñanzas que yo consideraba artesanales, se alternaban con un agotador ejercicio
físico en carreras por lugares áridos, pedregosos, durísimos, trepara a los
árboles amarrándose ambos pies con un cordel de bejuco subiendo a alturas grandísimas. Estos ejercicos tan penosos eran para mí agotadores sobre todo cuando me
hacían competir con muchachos jóvenes con más energía que la mía. De todas
manera mi alimentación había sido
considerada sabiamente para que ese
desgaste terrible se repusiese de una
manera que solamente el shaman conocía. No solamente no tenía que preocuparme de cazar o recolectar como había sucedido antes. Puedo
decir que en ese tiempo nuestra choza fue la mejor abastecida en carne fresca
de cuadrúpedos y volátiles. Sobre todo lo que encontraba deliciosa unas grandes
aves casi domésticas que ellos llamaban
guajalotes, además del pescado seco y las consabidas tortillas de mandioca. Ati igualmente aparecía dedicada a mantenerme constantemente bien alimentado.
El shaman parecía dedicado a
examinar hasta el más mínimo detalle de todo lo que me concernía. Muchos de los
ejercicios que me imponía tenían como fin engrosarme la piel, oscurecérmela y
hacerme más adptado a la vida en contacto con lo más áspero de la naturaleza.
Ati debía en las tardes masajearme con untos y aceites que le proporcionaba el shaman. En estos
masajes Ati no solamente usaba sus fuertes manos sino
también sus pies. Me amasaba con tal energía que me parecía trataba de
estrujarme como la uva en el lagar. Estos tratamientos algo brutales, después
de un día de ejercicios agotadores me dejaban absolutamente molido, dormía
profundamente y al día siguiente, cosa curiosa , me despertaba descansado y
lleno de fuerza.
Al cabo de algunas semanas comencé a sentir los beneficios de aquel
tratamiento espartano. Me dí cuenta que estaba adquiriendo capacidades para mí
ante insospechadas que estaban sin duda ocultas en mi mismo y que la sabiduría
del shaman estaba despertando. Empezza a saber caminar sobre terribles espinas
y las cortantes lajas de los cerros sin herirme ya que ahora lo hacía sin temor
y como volando sobre esos terribles obstáculos.. Era capaz de caminar en una
polvorienta senda sin dejar huella alguna, tomar brasas en mis manos sin
quemarme. Podía mimetizarme con las rocas del cerro, con los árboles del
bosque, guardando una inmovilidad absoluta en cualquier posición lo que me
hacía prácticamente invisible.
Se decía que había ciertos shamanes que podían detener los latidos de
su corazón y borrar el olor de su cuerpo que hasta podían engañar a un animal
de presa que pasara cerca de ellos y que no los detectaría. Eso yo no lo he
crreido posible. Tampoco creí nunca que yo
podría dejarme caer de una rama muy alta de un árbol, dar varias
volteretas en el aire y caer limpiamente sobre mis pies Claro que para lograrlo
mi instructor me hizo caer miles de
veces de alturas insignificantes, lo mismo que
los que me hicieron caminar sobre
cordeles y frágiles ramas. Al principio no comprendía nada. Pronto me fui dándome cuenta que era muy importante
saber colocar los pies y el peso de mi cuerpo en cualquier posición y adaptar
mi cuerpo a moverse tanto en el aire, la tierra y el agua de una manera integrado con aquellos elementos. Así cuando
me dejaba caer de una rama alta tenía
que entrar en contacto con el piso como resbalando en una curva convexa y no
chocar vertical y brutalmente con la tierra.
Eran escasos los instructores
que trataban de explicarme el por
qué las cosas se debían hacer de
determinada manera, La mayoría me hacían repetir indefinidamente los ejercicios
sin explicación alguna y si yo trataba de saber más se encogían de hombros y
decían que se había hacer así.
En aquellos días lo que más me maravilló fueron las enseñanzas para luchar con las manos desnudas. Hasta
entonces siempre se me había considerado
un buen luchador, con lanza, alabarda, y sobre todo un diestro
espadachín. Incluso recibí lecciones de un famoso moro en el arte de esquivar y
atacar. No era fantasía mi habilidad pues en las batallas en que interviné y en
algunos duelos particulares que de
alguna manera me impusieron, nunca recibí heridas de consideración. Por tanto
nunca pensé que en este aspecto los indios me enseñasen nada de mayor
importancia. De nuevo menosprecié a mis
nuevos hermanos.
La mentalidad general de todos mis instructores es que ante todo debía
saber manejar mi cuerpo, porque la destreza en manejar las armas carecía de
importancia. Las armas para ellos eran simplemente una prolongación del cuerpo
y nada más.
Las amazonas eran las maestras en la lucha con las manos desnudas. Enseguida aprendí a
respetarlas. Eran verdaderos demonios escurridizos cuando se les atacaba,
terriblemente peligrosa cuando ellas tomaban la iniciativa. En su lucha no golpeaban como nosotros los
varones con los puños sino con el canto de la mano, pero un solo golpe en
determinada parte podía derrumbar al
varón más fuerte.
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Los meses de mi instrucción pasaban
rápidamente pues no tenía tiempo para pensar. Solamente ejercitarme,
comer y dormir.
Levantado antes de la primera claridad del alba, me bañaba ingería algún
alimento de manera que a la primera claridad, a veces muchos antes, estuviese
dispuesto a las exigencias de mis entrenadores.
Descubrí que en la enseñanza de las artesanías no existía diferenciación
como lo era entre los españoles de las actividades de varon y hembra. Todos los
miembros de la tribu debían saber como
bastarse a sí mismos en cualquier cisrcunstancia, por más que más
tarde según las circunstancias los
varones se dedicasen preponderamente a una actividad y las hembras a otra.
Cuando después de medio dia las
getes de la aldea descansaban en la penumbra de las malocas en sus
hamacas, yo debía salir a identificar
plantas o trotar bajo el sol de fuego en los candentes pedregales. Me conducían a lugares intrincados llevándome
con los ojos vendados para que supiese volver a la aldea. Otras veces
debía permanecer largo tiempo con el
arco tensado sobre una ardiente roca al borde de un curso de agua en
espera para flechar un pez, sabiendo muy
bien que en aquella hora esto era muy poco probable. Flechar un pez dentro del
agua requiere una habilidad extrema por la refacción del agua que hace creer
que el pez allí donde no está. En este tipo de pesca nunca he sido afortunado.
Con el transcurso de las semanas fui aprendiendo a dominar mis
precipitados reflejos. Tomar todo con infinita calma sin mostrar mis emociones.
No preocuparme del tiempo empleado en algo sino tratar que el resultado sea lo
más perfecto posible. Observé desde los primeros días que el indio gasta el mínimo de energía en cada labor y esfuerzo, algo muy contrario de los
fogosos españoles que aprendemos desde la cuna lo contrario. Según fui
aprendiendo algo de lo que me parecía
tan contrario a mi naturaleza se me comenzó a aliviar la vida y se
disminuyeron las heridas y accidentes.
Comencé a adquirir una gran seguridad de movimientos caminando, deslizándome en
los tupidos y espinosos matorrales, trepando por el liso tronco de un árbol y
corriendo sobre los ardientes y cortantes cantos de la montaña. Desde luego
cuando comparaba mis avances con la naturalidad de mis instructores me sentía
torpe y pesado.
La temporada invernal de continuos temporales de lluvia y huracanes
que arrancaban los inmensos árboles de la jungla como pajas
no detuvieron mi entrenamiento. Cuando la mayoría de la aldea, excepto los
centinelas, permanecían en sus hamacas al abrigo de la maloca, yo en compañía
de los jovencitos que pronto serían iniciados nos debíamos sumergir en las espesas cortinas de agua dentro de las cuales
raramente se veía más allá de una vara
de distancia. Aquí no llueve como en España en las peores tormentas, ni
siquiera como en Flandes. El agua cae en
tromba y si hay huracán resulta pavoroso. La lluvia suele ser tibia, pero se
acaba sintiendo mucho frío después de permanecer horas bajo ella, moviéndose en un ambiente líquido. El único alivio es en ocasiones sentarse, hacerse un ovillo
espaldas de la dirección de la caída del
agua y dejar que esta resbale por la espalda.
Muchas veces pensé que no podrá
resistir mucho tiempo aquel riguroso trato y que enfermaría.
Volvió el buen tiempo que es algo así como la primavera en España.
Sigue lloviendo pero solamente casi siempre, en las tardes. Las noches son
frías, pero los días son calurosos y la lluvia los refresca poco. En ese tiempo
para mí lo peor eran todo tipo de
insectos picadores, algunos como los de España, otros propios de este país. Los
indios que tienen la piel mucho más
gruesa sufren menos aunque también les molesta.
Supuse que llevaba cosa de un año con la tribu ya que el tiempo era
semejante a cuando llegué..
Fue una sorpresa cuando Sirupré me dijo que muchos pensaban que estaba
preparado para las lunas de la Iniciación que emprenderían los jóvenes.
Comprendí que eso iba a ser como mi
examen de eficiencia. Mis amigos y Ati, me decían que no me preocupase porque si fracasaba, no era motivo de
vergüenza, sino simplemente volver a
ejercitarme en lo mismo hasta que estuviese bien dispuesto. Sus palabras no me
causaban consuelo alguno, porque para mi mentalidad y edad resultaba muy pesado
un fracaso.
Por bastante tiempo aun nuestra vida de ejercicios fue semejante. Digo
nuestra vida porque ahora estos eran
comunes con los otros jóvenes sin que yo ya apareciese
muy ridículo en mis posibilidades frente a ellos.
Una noche en que se desencadenó un descomunal temporal me pareció
escuchar por encima de los rugidos del viento
y el derrumbe de gigantes árboles cercanos unos desaforados gritos de
guerra. Asustado apenas tuve tiempo de empuñar mi lanza cuando la maloca fue
invadida por una multitud vociferante que en momentos me dominó y me amarró
fuertemente de manos y pies. Llevado afuera me introdujeron una vara en mis
ataduras y me conducían como lo hacemos con los animales muertos después de la cacería para su transporte. Luego emprendieron en medio de la lluvia
una loca caminata en la oscuridad a
riesgo que en cualquier momento fuésemos todos aplastados por los árboles que
se derrumbaban. A la luz de la cárdena luz de los relámpagos alcancé a
distinguir que mis porteadores iban pintados de negro como en los momentos de
guerra declarada.
No estaba seguro si se trataba de guerreros de mi tribu o había sido
hecho prisionero por algún comando de enemigos. Creo que ignoraré la duración
de aquella pesadilla sumergidos en el huracán.
Posiblemente fueron cerca de dos días en
que en ningún momento fui liberado. Únicamente los porteadores se renovaban en
escasos altos. Mi posición colgado se fue haciendo cada vez más dolorosa. Sin
alimentación alguna. Mis captores no pronunciaban palabra.
En un momento sentí que me arrojaban en un lugar y que en cierta
manera se aliviaba la desesperante tensión de mi cuerpo. Caí en un profundo
sopor. Me desperté con la desagradable y dolorosa sensación de
que mi cuerpo había sido torturado
igual que lo había visto muchas veces
en criminales distendidos en el potro. Cuando me fui
recuperando comencé a advertir que me encontraba en una pequeña gruta
débilmente iluminada por la luz que se filtraba por su baja entrada. Me sentía
lúcido aunque el dolor sobre todo en mis brazos y piernas era muy intenso. Me
miré y todo estaba muy hinchado sin duda
por las apretadas amarras de pies y manos que me unían a la gruesa vara a la
que estaba atado. Eran ataduras de cuero retorcido y ahora al irse secando se
iban incrustando profundamente en mi
carne. Si no conseguía desatarme ya no
lo podría hacer y moriría probablemente
cuando mis miembros se quedasen
sin sangre. Enseguida no dudé que todo
ello era el comienzo de mi iniciación y que todo estaba planificado para que
pusiese en práctica lo aprendido en el largo tiempo de mi instrucción.
Los indios hacen las pruebas en forma realista, pero aquella situación
debía ser calculada para que no rebasase
los conocimientos adquiridos y mis posibilidades de resistencia aunque
esta fuese llevada al extremo. La
situación era sin duda grave. Recordé que de niño había jugado muchas
veces a las luchas de moros y cristianos
y que aprendí en aquellas ocasiones a liberarme de las ataduras más
complicadas.
Haciendo penosas contorsiones
conseguí alcanzar con mis dientes mis manos para tratar de deshacer los nudos con los dientes. Esto en el duro
cuero era imposible. Con sacudidas dolorosas conseguí rodar hasta la pared
rocosa de manera que mis manos pudiesen restregarse moviéndose sobre la vara,
contra la roca. Fueron muchas horas de lucha pero pudo más la piedra que el
cuero. Liberadas las manos bastante sangrientas me dejé caer exhausto pero
contento. Por fin me entregué a la tarea de liberar mis pies me arrastré con todo
lo que significaba la vara que limitaba aun mis movimientos hasta encontrar dos
piedras, lo suficientemente filudas para que golpeándolas en el ya muy
endurecido cuero lo pudiese romper. No
era un trabajo sencillo porque al secarse estaban aun más hundidas en mis piernas muy hinchadas. Cuando mis
piernas quedaron finalmente libres aquello me paraeció uno de los grandes triunfos de mi vida. Me dediqué a tratar de
restablecer mis maltratadas piernas. M
encontraba muy cansado. Llevaba mucho tiempo sin alimentarme. Tenía que
conservar mis fuerzas porque era evidente que me encontraba solamente en el
comienzo de mi prueba. El shaman siempre
insistió que yo debía tomar lo que sucediese de una manera tranquila y
relajada, porque hacerlo de otra manera
y sobre todo tal como yo lo hacía era condenarme al agotamiento y fracaso. Si
bien el descanso y relajación eran
importantes, ante todo debía tratar de
comprobar el estado de mi cuerpo y buscar algún alimento.
La cueva en que me encontraba era bastante pequeña. Una rampa conducía
a la pequeña entrada. Supuse que se trataba de la madriguera de algún animal y
recordaba haber explorado otras semejantes. Solían estar en la ladera de algún
riacho. Repté hacía afuera y todo era tal como había supuesto. Sin duda encontraría
frutas comestibles cerca igual que hierbas medicinales de las que ya conocía
para cuidar mis heridas een piernas y brazos..
Bendecia en mi interior mientras exploraba y encontraba algo comestible las enseñanzas recibidas, ya
que sin ellas me habría sucedido lo
mismo que lo ocurrido después del naufragio que rodeado de alimento iba a morir
de inanición. Dormí mucho y solamente al día siguiente con más claridad mental
y el cuerpo más descansado comprendí que
había llegado el momento de aprovechar
todo lo aprendido para retornar a la aldea madre.
Si bien no existía plazo alguno limitado para mi vuelta, debía llegar
en buenas condiciones, con mi cuerpo pintado
con el rojo del urucum y el negro del jenipapo. Mis nuevas armas
fabricadas por mí, bien lustradas y llevando en unas redecillas frutos
determinados una especie pequeña de coquitos muy difícil de obtener.
El desafio mayor iba a ser el orientarme
para el retorno. La selva ene el lugar
en que había sido abandonado permanecía en continua penumbra. Ni un rayo
de sol llegaba al suelo. Estaba seguro que me habían conducido lejos de los terrenos de caza de la tribu, lo
cual podía resultarme grave y peligros.
Los animales de presa serían más
abundantes y quizá estaba en los terrenos de una tribu vecina que me
consideraría como un invasor..
++++++++++++Fueron muchos los días que ambulé por la selva. Lo tomé
con calmabuscando todo aquello que
necesitaba para alimentarme y fabricar mis armas. Tenía que demostrar a mi
llegada en la tribu que había aprendido a sobrevivir y que lo había hecho bien.
Cuando finalmente escuché el aullido característico de los centinelas de la tribu no confié demasiado en
él. Ignoraba como eran los gritos y aullidos de las tribus vecinas. Tampoco
como me recibirían los mios si como miembro de la tribu o bien fingiendo
que yo fuese un enemigo.
Debía mostrar que no me dejaba sorprender. Sin embargo todo fue fácil
cuando de repente, cayendo de los
árboles me rodearon. El jefe de la patrulla solamente dijo:
•
Volviste, Apoena. Era el saludo ritual.
•
Volví, respondí con los ojos bajos.
Los guerreros que me rodeaban sin añadir otra palabra empezaron a tomar mi lanza, sopesarla, ver la emplomadura
de mis flechas, la macana… No manifestaban su aprobación, solamente sospesaban mis esfuerzos en silencio. Yo
solamente miraba mis embarrados pies. Finalmente se apartaron un poco para que
descansase mientras volvía el mensajero enviado al poblado.
Como nada sucedía me propuse hacer fuego. Me fue fácil encontrar lo necesario porque hacia
varios días que no llovia. Antes de llegar había cazado una gallineta salvaje
que es algo más grande que las gallinas castellanas y me proponía darme un
banquete. Lo hice sin que nadie se acercase aunque sabía que me estaban
observando.
Dormí tranquilo en mi lecho de
hojarasca y sólo al otro día llegó repentinamente Ati y otra mujer acompañada
de dos guerreros.
Las mujeres ni los guerreros me dirigieron
saludo alguno. Inmediatamente se pusieron al trabajo. Traían unas calabazas con el negro zumo del jenipapo
y procedieron a pintarme el cuerpo en
fajas verticales con aquel jugo. Me pintaron un antifaz alrededor de los ojos
con muchos puntos y rayas. Una vez pintado, los guerreros me ordenaron tomar
mis armas y a un trote ligero se dirigieron
precediéndome a las pedregosas altiplanicies que se encontraban a ambos
costados de la aldea a cierta altura. Cuando salimos del bosque penetramos en un horno ardiente en que las
rocas reverberaban con el sol de mediodía. Entonces me empezaron a aguijonear
con gritos para que aumentase mi velocidad A lo lejos se escuchaban otros
gritos y poco después salían a nuestro encuentro el resto de los jóvenes que
sabía serían iniciados conmigo seguidos
igualmente de sus instructores que les urgían con sus gritos. Me hicieron unir
al vociferante grupo en una carrera desenfrenada en el despiadado horno. Los instructores se
renovaban cada cierto tiempo pero a nosotros se nos exigía cada vez más.
Al atardecer ya apenas podíamos
caminar. Al anochecer se os dirigió
hacia la aldea que atravesamos en la oscuridad. Toda la población nos esperaba
en silencio y nos abrió calle para que pasásemos entre ellos. No nos detuvimos
hasta llegar a la orilla del torrente. Allí sin transición nos hicieron sumerg
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