EL RENEGADO IV
VIII. EL
TÉRMINO DE LA INICIACION. GUERRERO INDIO.
La primera experiencia después de la declaración del shaman sobre su
próxima muerte fue la decisión de
llevarnos a las grutas de los
antepasados. Inmensas cavernas que solamente tenían acceso por dificultosos y laberínticos pasadizos, pozos y galerías. Solamente llegar
a su entrada era ya una penosa aventura, cuanto más
descender yo creo que una legua bajo
tierra en la más absoluta oscuridad. Ciertamente no eran lugares, supongo yo
donde estuviesen enterrados sus antepasados, sino el lugar en que el shaman se comunicaba con ellos.
Como debíamos estar libre de toda preocupación el shaman hizo que nos acompañasen para que se aprovisionarnos, cubrir todas
nuestras necesidades y protegernos de cualquier peligro a Nujena y Pineabe sus
amazonas de confianza. eEn este aspecto
yo creo que había muchos
guerreros que sentían celos y despecho por esta predilección del viejo. Ivi, la
atractiva viuda nos serviría en todas nuestras necesidades. Por lo demás ellas
no tenían contacto con nosotros pues se instalaron en otra parte de aquel complicado dédalo de grutas.
Sirupré, el shaman y yo acampamos en una inmensa cavidad que tenía un
maravilloso laguito y una lejana cavidad a gran altura la proporcionaba una
cierta claridad..desde esa oqueda caía un vertiginoso derrumbe que en nuestros
ratos de ocio y descanso tratábamos de esclar nosotros dos los jóvenes sin
éxito alguno.
Me acuerdo una de las reflexiones o clases que nos impartió el
anciano.
Ser un buen cazador es
considerado aquel que es capaz de cobrar
siempre muchas piezs, muchos animales comestibles para el clan. Para
ello hay que conocer los hábitos de los animales y todo lo que nos rodea. Para
los “antiguos” ser este tipo de cazador era mediocre porque muchas veces tiene
suerte y otras muchas vuelven con las
manos vacías. El buen cazador, manifestaban es aquel que está en equilibrio con
todo los seres que le rodena y en un momento determinado “ser uno de ellos”.
Habéis observado como una amazona mucho más débil muscularmente, que
pesaba la mitad que cualquiera de sus oponentes vencía fácilmente a aquellos
fortachines que habían muerto quizá cientos de hombres en la guerra.
•
Es la agilidad y flexibilidad de ellas,
opinó Sirupré.
•
Eso es cierto pero no era suficiente.
Hombres pesadísmo cuando atacaban a
Pineabe salían despedidos a gran distancia como la piedra de las hondas incas.
El secreto
radica en que ellas manejan una fuerza
que no está en el cuerpo de ellas sino que está a nuestro alrededor y ellas se
unen con él. Es algo que todos podemos usar si somos sabios. Yo mismo, aun
siendo tan viejo puedo haceros caer con un golpe de mi mano sin siquiera
incorporarme. Es una fuerza que no está en los músculos y que no se debilita
con la vejez.
•
¿Cómo se adquiere?
•
Es uno de los “aliados de los que os he hablado tantas veces.venid.
El anciano estaba sentado sobre el arenosos pios, completamente
relajado y con las piernas cruzadas una
sobre otra. Una posición en la que a mí me parecía no se podía hacer fuerza
alguna. Pidió que nos acercásemos uno por vez. Nos tomaba de una mano, sin
apenas moverse, nos proyectaba, volteándonos a dos o tres varas de distancia.
Lo repitió varias veces.
Sirupré caía siempre sobre us
dos pies como si fuera un gato. Yo caía pesado aunque sin lastimarme debido a mi entrenamiento y la
gruesa capa de arena que cubría la roca.
•
¿Ven? Yo soy un anciano con pocas fuerzas
que va a morir muy pronto, pero mis “aliados” son poderosos.
Esta experiencia fu el comienzo del aprendizaje de las relaciones
diferentes con el mundo que nos rodea y las fuerzas que existen en él que la
mayoría de los seres humanos desconocemos.
En España habrían
considerado todo ello efecto de la brujería ye el viejo habría sido
juzgado, torturado y quemado en la hoguera. Yo tenía miedo a ese mundo
desconocido que se estaba presentando ante mí y del queel viejo quería formase
parte, pero a la vez me daba cuenta que en aqellas cosas no existía nada
demoniaco ni malo. Era como cualquier
herramienta que se puede utilizar para el bien o para el mal. En España
había muchas de esas hechiceras, creo que la mayoría que usaban estas fuerzas secretas para curar y
mejorar a las gentes. Es cierto que
existían algunas que las usaban mal, pero esa no era la razón para perseguirlas
y hacer morir a todas.
++++++++++++
En otra ocasión el viejo nos explicó:
•
En estas cavernas han sido “iniciados”
siempre los “elegidos” de nuestra tribu, tanto como nos lo han contado nuestros abuelos que a su
vez se lo dijeron sus abuelos en interminable
cadena hacia atrás.
•
No es arbitrario que eligieran este
lugar. Estas cavernas son lugares de “poder”, aquí los corazones de los
humanos, libres de las ataduras de los sentidos y del pensamiento pueden
concentrarse y recorrer mundos llevados
por el espíritu de nuestros antecesores. Ellos nos enseñan a ver con sus ojos,
oir con sus oídos y recorrer los lejanos lugares desde donde ellos vinieron
hace incontables lunas.
El shaman ignoraba que sus
palabras en múltiples ocasiones, como ya lo he dicho, despertaban en mí temores
y supersticiones que casi había mamado con la leche de mi madre.
Aquella obsesión de magia y brujería condenada por nuestros sacerdotes
como las últimas perversiones del ser
humano que debían ser extirpadas con los más
horribles tormentos en esta vida para continuar en el infierno con la
tortura eterna. Quería siempre convencerme a mí mismo que no eran fuerzas
malévolas sino que estaban en la naturaleza y que los shamanes con su sabiduría
ancestral heredada de padres a hijo durante cientos de generaciones habían
aprendido a “aliarse” con ellas. Comprendí que se aliaban, no las manejaban, ni
se podían aprovechar arbitrariamente de
ellas en su propio beneficio. Para ellos seguían siendo fuerzas secretas y
misteriosas con las que debían relacionarse respetuosamente. Indudablemente que
no las consideraban divinas como nosotros a dios y sus santos. Quizá eran
fuerzas que estaban allí como las virtudes curativas de las plantas. Energías
sutiles y etéreas. Bien efectivas en el mundo real si sabían escoger y emplear
correctamente. Cosas que podían convertirse por la impericia de quien las
manejase en poderosos venenos. Posiblemente el hecho anterior era el que
desencadenaba la temida brujería.
Envuelto en mis prejuicios me preguntaba a veces ¿por qué estas
fuerzas que están en la naturaleza y en el mundo que nos rodea tendrán que ser
diabólicas? Si Dios el creador del universo las diseñó no pueden ser
intrínsecamente malas. Tiene que ser como n otras cosas el mal uso que les dan
los humanos que son quien las
pervierten.
Pensé muchas veces en las
técnicas guerreras que me han sido enseñadas
que a pesar del mandamiento cristiano del amor implican la muerte y la destrucción de los
seres humano que son juzgados enemigos. Utilicé esas herramienta que se decía
eran para defender a mis prójimos
sino a aquel a quien debía rendir vasallaje y reconocer comi mi señor
natural para que cumpliese sus
ambiciones y se hiciese más poderoso. En cambio aquí se me enseña que la lucha
se utiliza solamente para defender nuestros meritorios de caza, pesca y
recolección , es decir para mantener el alimento del clan y de toda la tribu.
Si alguien me ataca con una lanza debo
defenderme con mi lanza, lo mismo con las otras armas. Al enemigo no se le tiene necesariamente que matar, sino
hacerle huir, Por eso nunca los indios persiguen a los que huyen, ni menos caen
sobre ellos cuando han sido derrotados para aniquilarlos.
++++++++++++
•
Vuestro
cuerpo es sabio, nos repetía continuamente el shaman.
•
¿Qué dieres decir con ello? preguntaba yo.
•
Tenis que aprender a escuchar a vuestro
cuerpo porque os habla sin palabras. Es lo mismo que cuando se escucha a los
ancianos porque ellos han aprendido mucho durante su vida. En nuestros cuerpos,
no sé como, nuestros antepasados han ido dejando algo. Yo creo que nuestros
cuerpos han guardado las experiencias de
nuestros padres y de los padres de ellos.
•
¿Cómo podrá ser eso? Yo nunca escuché
nada semejante entre los grandes sabiios
de mi país.
•
Probablemente ellos no lo sabían
igualmente que yo no sé muchas cosas de las que seguramente ellos sabían por
las cosas que tu nos sueles contar. Cada tribu, cada clan tiene su propia
sabiduría. La han adquiriendo a través de muchas generaciones. Esa es la razón
por laque existimos los shamanes medicados a aprender , conocer y guardar los
conocimientos que la tribu va adquiriendo.
•
Volvamos a lo que os quiero enseñar. El
saber escuchar a vuestro cuerpo. Otros
días os enseñaré a escuchar a lo animales, a lo árboles, a las piedras…
Con
frecuencia, Apoena me has preguntado poseemos un sentido, un instinto del que
tu careces. Siempre te maravillas cuando, por ejemplo, te aseguramos que por
ese lugar pasó un tapir hembra, estaba preñada y se dirigía hacía el poniente.
Te hemos tenido que explicar pacientemente que todo eso se veía en la profundidad
de su huella, en la dirección de esta y en el torno de lo que había pisado.
Dificilmente has comprendido estas cosas.
Lo que no has podido comprender
nunca es cuando te decimos que hay agua cerca o que un jaguar nos acecha, alguien está emboscado en las
cercanías, una trampa cuelga del camino… todo ello si haber escuchado, olido,
visto nada.
Dime,
Apoena que haces cuando vas caminando por el bosque o cuando sin dormir te
balanceas en tu hamaca?
•
Pienso en algo.
•
¿Piensas en algo de ahora o de antes?
•
Depende de mi ánimo.
•
En eso es
lo que te diferencias de nosotros.
•
Nosotros no pensamos sino que en todo
momento vemos, escuchamos, olemos y sentimos con nuestros cuerpo cuanto nos
rodea dondequiera que estemos. Cuando caminamos por el bosque o trepamos
en la montaña somos unos con todo aquello que nos rodea. Estamos
integrados con todo aquello como les
ocurre a los animales, a las plantas o las mismas piedras.
•
Estamos tan unidos con cada parte de nuestro cuerpo que
podemos casi siempre movernos en armonía con todo aquello que nos rodea. Esa es
la razón por la que raramente nos lastimamos y nos herimos al contrario de lo
que te sucede a ti. Tu no escuchas tu cuerpo. Sin duda desde que llegaste entre
nosotros has progresado. Tenías continuas heridas y accidentes en cada
expedición fuera del poblado. Aun ahora eres más torpe que los más inexpertos
jóvenes.
Se debe
a porque “piensas” en algo fuera de ti y no escuchas lo que siente tu cuerpo. El sabe cuando retirar
a tiempo el pie de una punta de aguda espina porque piensas retiras
tardíamente tu pie y te la clavas. Tu
cuerpo te advirtió que debías retirar tu pie a la primera sensación pero tu
estaba pensando en otra cosa o en la manera de no herirte. Vives como
“soñando”. En ocasiones me pregunto como estás aun vivo. Desde que llegaste
entre nosotros te he estado observando y sé que
ni cuando te estás balanceando en tu hamaca “estás ahí”. Cucando estás en la hamaca es para reposar y dormir.
No es necesario que estés alerta, tu cuerpo es quien debe estar alerta. Y no le
debes distraer con lo que no existe sino en tu cabeza.
•
Shaman, si nunca pienso, seré como los
animales. Tú tratas de enseñarme a ser shaman. Vosotros pensáis mucho,
memorizáis interminables leyendas y poemas, fórmulas mágicas, formas de
curación….
•
Cuanto dices, como siempre, parece
cierto, pero no lo es. La diferencia
está en que nosotros hacemos algo cuando
lo tenemos que hacer, no antes, en nuestra cabeza, ni cuando caminamos, comemos
o descansamos. Tú mezclas todo, te conviertes en un fantasma, uno de esos
pobres seres que los dioses crearon sin mente.
Ahora vete
a la oscuridad de una de esas grutas
alejadas. Medita solamente en todo esto que hemos hablado. No descanses,
no fantasees. Cuando te llame tendrás que “vivir “cuanto te he enseñado.
Ello es algo que Sirupré no tiene que
aprender. Entre nosotros no ocurre como entre los sabios de tu pueblo según me
has contado que gozan acumulando conocimientos para decir que son ricos en sabiduría,
porque ellos acumulan igualmente cosas para intercambiarlas. Nosotros vivimos
lo que aprendemos y solamente aprendemos aquello que nos hace vivir mejor. No
enseñamos cosas a la tribu sino que la tribu aprende de lo que hacemos.
Me he dejado deslizar por una de las estrechas chimeneas que perforan
la montaña en todas direcciones y que me
producen siempre pavor. Caí en una estrecha cavidad. Tengo miedo y frío. No sé donde estoy, ni siquiera si podré salir
de aquí. Me encuentro sólo con mi cuerpo desnudo como quería el shaman, sin
armas, sin comida, sin nada fabricado por mano humana, eso que nos puede dar
una cierta confianza. Es una experiencia terrible. Permaneceré aquí hasta que
sienta el llamado que partirá de mi mismo para intentar volver. Sé ahora que no
debo fantasear sobre el pasado, lo que
fui, lo que seré, sino sobre mí mismo “escucharme” como dice el shaman.
Este formidable mundo subterráneo me produce un temor cuyo origen desconozco. Ellos en
cambio se mueven por túneles en que apenas se puede reptar, se dejan caer por interminables chimeneas que tanto
son verticales como horizontales en que
uno se returece como gusano . Parecen haber vivido siempre en estos lugares y se mueven tanto apenas tengan algo de claridad como en la más
profunda oscuridad. Se orientan y saben salir siempre. Yo creo que si quedase solo nunca más emergería la mundo
de la luz. En estos lugares se pierde completamente la noción del tiempo y de
la dirección. En este cubículo en que me encuentro el piso no es de arena como lo suele ser en las
grandes cavernas sino de filudas rocas como de lajas verticales. En ningún
momento puedo colocar los pies juntos ni paralelos, tengo que buscar una depresión entre las cuhillas donde poder
colocarlos. Tampoco me puedo sentar cómodamente, ni arrodillar. Temo apartarme
del orificio por donde desemboqué ya
que es posible que nunca más lo encontrase. En estas condiciones me
parece bien divertido el consejo del shaman de que no me duerma. No sabría como
tenderme en esta superficie de cuchillas y agudas estalagmitas.
Que aquella posición de mis pies, piernas y cuerpo me desmostrase cuan
poca cosa es capaz de arrancar la seguridad a un ser humano a un guerrero
avezado a todos los peligros y a la muerte.
¿Qué desaba de mí el shaman? ¿Qué permaneciese solamente? Comprendí
súbitamente que aquella situación me
llevaba a concentrarme en algo que nunca
el shaman conseguía de mí. Descubrir el que “estoy, donde ahora estoy”. Una
paradoja. Hacerme uno con lo que me rodea, escuchar las señales que el cuerpo
me envía y no las que me envía la emoción aprendida durante muchos años y enseñada por aquellos con
quienes conviví. Esos cambios sutiles de percepción tan diferentes entre el
mundo suyo y el que había sido hasta hace muy poco elmio. Comprendí que el miedo no era de lo que me sucedía sino
miedo hacía el “futuro”. No de lo que sucedía “ahora” sino de lo que podía
suceder más tarde.
El shaman me pide que escuche
mi cuerpo. He dejado de transpirar lo que
indica que me encuentre más tranquilo. Silencio. Puedo profundizar en la
escucha. No podía escuchar por mi miedo ante las cosas nuevas que me están
sucediendo. Escucho ahora ago que estaba
por debajo de de los sonidos ordinarios.
Tambbién huelo algo nuevo.
Los indios son capaces de oler
muchs cosas que yo nunca percibo, Quizá porque yo “pienso” y eso me
quita capacidad a mis sentidos.
¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde que llegué a este lugar?
++++++++
No hubo cambio alguno. Solamente
el ligero roce de un cuerpo que caía cerca de mí. Luego otro y otro.
•
Llegasteis, dije.
Escuché la risa contenida de
Sirupré.
•
Si has aprendido algo, dijo Pineabe en un
susurro tienes que estar preparado para la “marcha de poder”.
Se aproximaron hasta tocarme casi. Pineabe por la derecha y Sirupré
por la izquierda. Cada uno me tomó de la mano como si realmente en aquella
completa oscuridad me estuviesen viendo.
•
Vas a caminar de la siguiente forma, dijo
el shaman detrás de mí y hasta entonces silenciosos. Levantarás una pierna de modo que tu rodilla quede a la altura de
tu ombligo, Primero una, después en otro paso la otra.
Quedé pasmado. Unos pasos así en aquel lugar lleno de puntiagudos
conos que salian del piso ensartarían mis pies.
El shaman, adivinando mis pensamientos dijo:
•
El Poder es incompatible con el
pensamiento.
Sentí como una corriente cálida que salía de las manos de mis
acompañantes. No dudé más y me puse en marcha al unísono con mis compañeros en
aquella extraña marcha. Al principio
caminamos con lentitud, a ciegas, todos al mismo ritmo.
•
Quédate quieto, ahora, Apoena, dijo el
shaman.
Inmediatamente me soltaron las
manos y todos emprendieron una loca
carrera en círculo a mi alrededor, profiriendo un ronco y gutural aullido que
parecía les salía del vientre. Se detuvieron.
•
Adelante dijo firmemente Pineabe,
Tímidamente, ahora sin sujeción, comencé el paso aprendido. Sin casi
darme cuenta me integré en una carrera
alucinante. Tan pronto como quería darme cuenta de lo que sucedía me hería.
Tomé seguridad y corrí lócamente en la oscuridad, hasta que
mis acompañantes riendo me frenaron y me hicieron tocar con mis manos la pared
rocosa frente a la que estaba y con la que me debería haber estrellado.
•
Descansamos un momento, dijo el shaman.
Yo pensaba en los faquires
indios que recorrían los pueblos y se acostaban sobre tablones de agudos clavos sin herirse.
Algo semejante me había ocurrido en
aquella loca carrera. Como si ellos
estuviesen leyendo mis pensamientos:
•
Podemos acostarnos es un lugar bueno para hacer el amor con una mujer.
•
Acuéstate, Apoena, dijo seriamente el
shaman, aun nos queda mucho que recorrer. Lo puedes hacer. Un guerrero nunca
teme.
Obedecí la primera sensación fue terrible. Estaba tenso como una tabla
y creí desfallecer de dolor. Me incorporé de un salto.
•
Permite que las puntas te penetren, dijo
Pineabe. Si endureces tu cuerpo es peor.
Hice un nuevo intento inútilmente.
•
Ya aprenderás, dijo Sirupré. ¡Tocame!
Me
aproximé y toqué a cada uno de ellos. Estaban tranquilamente acostados y yo
sabía que debajo de ellos era imposible que no hubiese aquellos malditos y aguzados conos de piedra.
Decidido, pasase lo que pasase me iba a dejar caer en el pisso en la oscuridad
el shaman dijo:
•
No lo hagas, Apoena, el Poder aun no está
contigo. Todo llega en su momento.
++++++++++++
La experiencia de la marcha de poder no sólo me dio confianza en mí
mismo sino que me descubrió que ciertamente
mi cuerpo poseía una sabiduría propia y olvidada, pero qu con la ayuda
de un sabio como el shaman podía recuperar
al menos parcialmente. Aun tenía que aprender mucho.
El viejo shaman después del dia que demostró su gran vitalidad en la
marcha de poder empezó a decaer físicamente
y a mostrar actitudes que no eran
las habituales en él. Pasaba
mucho tiempo ensimismado manteniéndose inmóvil como una estatua. Cuando se relacionaba con
nosotros parecía hacerlo con gran esfuerzo como si él estuviera viviendo en
otra dimensión y este mundo careciese ya de importancia para él. Yo creo que
todos pensábamos que se estaba extinguiendo como un fuego en el que ya quedan
solamente las brasas.
Según la costumbre de mi país le preguntaba:
•
¿Deimpriba te sientes bien?
•
Lo estoy. Era su contestación breve y
enigmática.
Probablemente estaba sintiendo la llamada, como nos lo dijo días
antes, de sus antepasados. Me era imposible calcular la edad del anciano. Como
cualquier indio que ha pasado la edad de los treinta o cuarenta años quedan
como fijados corporalmente hasta que de repente se dsploman. Ocurre también que viejecillos encorvados, llenos de
arrugas y tambaleantes sean mucho más jóvenes que otros que parecen llenos aun de vigor. Pienso que esto se debe
especialmente a las rudas vicisitudes de sus vidas. Aquí las generaciones son muy rápidas por lo temprano que las
mujeres empiezan a parir hijos, de tal manera que aun muy jóvenes son abuelas o
bisabuelas.
Tuve la impresión muy personal que shaman se aferraba a la vida con el fin de comunicarnos aun sus últimas
enseñanzas como previendo que nosotros los escogidos íbamos a tener que llevar
a cabo delicadas misiones.
Uno de aquellos días, cuando Ivi nos trajo la comida que preparaba el
shaman le pidió que bajase a la aldea y que
pidiese a un determinado guerrero que viniese inmediatamente con otros
que supuse consideraba los más distinguidos miembros de la tribu.
Llegaron todos al día siguiente. Aparecían tan imperturbables como de
ordinario, pero debían estar muy
preocupados debido a lo insólito de la llamada.
Sorpresivamente el viejo nos
dijo que partiésemos a cazar, cosa que
no sucedía desde que estábamos
sepultados en las cavernas ya que Yvi era la encargada de acarrear desde la
tribu la alimentación. La caza fue muy satisfactoria porque llegamos con dos
hermosos pecarís.
El anciano acostado sobre un
lecho de hojarasca a la entrada de las cavernas conversaba apaciblemente con
sus visitantes. Tan pronto como llegamos nos pidió que nos acercásemos a su
lecho. Cuando llegamos empezó a hablar con lentitud como para subrayar la
importancia de sus palabras para que todos los presntes las conservásemos
grabadas.
•
Mis padres y los padres de mis padres me
llaman. En estos días he hablado
largamente con todos ellos. Mi hijo Sirupré a quien he instruido largamente
durante muchos años, será el jefe de mi clan y el Consejero de la tribu. He
instruido igualmente a muchos guerreros de mi clan y de los otros clanes
quienes llegarán a ser grandes capitanes en los aciagos tiempos que se
aproximan.
Aquí junto
a nosotros está Apoena, mi hijo adoptivo llegado de una lejanísima tribu al
otro lado de la Gran Agua. La tribu le eligió para que llegado el día, la guie
porque su corazón es limpio y fiel. El Gran anciano del cielo lo envió par que
nos conduzca en las lunas que vendrán. Ya todos sabeas que continuamente están
llegando grandes canoas con gentes procedentes de lugares semejantes de donde llegó Apoena. No vienen,
como él para ser parte de nosotros sino para apoderarse de nuestros territorios
de caza y recolección. Son gentes cuyo corazón no es sincero. Van a venir días
muy difíciles para las tribus incluso
las más lejanas y fuertes como los mexicas y mayas.
Apoena que
ya es uno de nosotros y los conoce bien,
indicará como luchar contra ellos y lo que deberéis hacer. Confiad en él.
Apoena aun
tien mucho que aprender. Sirupré su
hermano será su guía en todo.
Es la
voluntad de nuestros antepasados que entreguéis por esposa a Apoena a la
amazona Pineabe como máximo honor
que otorga nuestro pueblo. Solamente
yacerá con ella hasta que tenga un hijo varón. El podrá tener las esposas que
desee y engendrar muchos descendientes
en nuestra tribu.
Luego
dirigiéndose a mí:
•
Apoena, bien sabes que una amazona solamente en casos
privilegiados debido a la bravura de ella y del que la hará parir un varón es entregada a un gran guerrero. Te aconsejo
que como
otros escojas tus esposas entre las hermanas de Pineabe para que
procrees muchos hijos y para que ellos hagan fuerte a nuestro clan.
•
Escuchaste Apoena, dijeron los presentes al unísono lo que has escuchado
es la voluntad de nuestra tribu.
Agaché la cabeza sin decir nada. Sabía que se daba por descontada mi
aprobación. Para sus mentes era inconcebible otra opción. Me sentí abrumado por
tanta confianza y conmovido hasta lo más profundo de mí mismo.
Aquella sencilla forma de entregarme su confianza era mayor de cuando el rey de España otorgaba
un feudo.
Aquella noche tuvimos un esplendido banquete debido a la
caza abundante que trajimos.. Los guerreros se pusieron en camino hacia l aldea mucho
antes del alba. Sin ninguna forma de
despedida. Esa es la costumbre.
Sorpresivamente para mí después de esta reunión el shaman pareció recuperar
fuerzas. Aparecía con vivos deseos, creo yo, de comunicarnos sus últimas
enseñanzas. Abandonó su lenta costumbre
de enseñanza basada en que cada nuevo
conocimiento se debía poner en práctica inmediatamente. Ahora estaba tan
teórico como cualquier maestro occidental.
+++++++++++
•
Un guerrero no nace sabiendo ser
guerrero.
Estaba seguro de haber escuchado sentencia semejante en otra ocasión e igualmente de alguien muy anciano. Traté de
recordar el episodio. Lo había escuchado en lengua árabe. Tuvo lugar en una
alocada expedición en la que participé siendo muy joven emprendida para liberar cautivos en Argel. Fue una aventura
desastrosa. Los genízaros nos descubrieron al desembarcar y dieron muerte a
todos mis compañeros. Solamente yo y el renegado que nos servía de guía
conseguimos huir al interior del desierto y nos refugiamos en la ermita de un
santón solitario. Venerable anciano musulmán que a sabiendas que éramos
cristianos nos dio refugio y curó nuestras heridas con hierbas aromáticas. No nos
ñ denunció porque ya para él no existían
moros ni cristianos, uenos ni malos. Era un hombre santo y puro que había traspasado los pequeños odios de los
mortales. Quedé tan impresionado por su manera de comportarse que casi pensé en quedarme con él si me aceptaba como
su discípulo. Aquel anciano había alcanzado un estado sublime en que se borran
las diferencias humanas. <<nos repetía con frecuencia:
•
Dejen que las cosas “sucedan” No tomen
nunca la iniciativa. No traten de “manipular” ni seres, ni situaciones.
Respeten todos los seres porque son sagrados.
Poniendo en práctica aquellos
vagos y sabios consejos el renegado y yo pudimos volver a España no sin
sufrir muchas penalidades y peligros.
Lo que nos inculcaba el shaman en aquellos últimos días de su vida,
con su propio lenguaje y manera de pensar era exactamente lo que nos inculcó el
anciano árabe en los escasos días que
convivimos con él.
El árabe no había sido un
shaman toda la vida como Deimpriba, por lo que supe había sido un importante jeque y gran señor que por
alguna circunstancia de su vida abandonó riquezas, honores y su tribu para
vivir solitario en aquel minúsculo gurbí del desierto argelino.
El shaman nos repetía:
•
Hay que ir con la Vida tal como esta
transcurre aprendiendo lo que nos enseña cada día.
•
Yo he sido entrenado para Hacer, ir
siempre adelantándome a aquello que puede suceder, ser eficaz, lograr
rápidamente resultados. Esa es la enseñanza que se da en nuestra tribu desde
niños. Hace muchas lunas, muy lejos, escuché de
un anciano cosas como las que tu enseñas, pero no las comprendí porque yo era un jovenzuelo
inexperimentado.
•
¿cómo te salvaste cuando llegaste a la
gran Playa con tu canoa que había
arrastrado y roto el huracán? ¿acaso tenías todo planeado y ya sabías lo que te
iba a suceder? ¿Tú Apoena que fuiste enseñado según dijiste a prevenir todo,
qué es lo hiciste?
•
Aunque hubieses preparado alimentos y
comida ¿habrías tenido posibilidad de llevarlo contigo?
•
Fue todo de improvisto. El barco se
partió e n dos y me encontré en el agua
turbulenta. Apenas me pude tomar de algo que flotaba a mi lado.
•
Comprendes, añadió Sirupré, que nada pudiste Hacer en una situación tan
sencilla. Cuando uno sube a una canoa sabe que se puede dar vuelta en cualquier
momento. No siempre ocurre. Lo importante es estar atento continuamente a lo
que sucede. No lo que vas a hacer si ocurre algo imprevisto, sino cuando ocurre
algo imprevisto hacer lo apropiado sin miedo ni temeridad.
•
Está bien, interrumpió el shaman todo eso
ya ocurrió. Es bueno para saber como se
debe vivir. Ahora me preocupa que siento
que te cuesta mucho aun aceptar las decisiones que la tribu decide para ti.
•
¿acaso no obedezco?
•
Obedeces, pero no te adaptas. Aun te
siento sorprendido por la decisión que tomaron de darte a Pineabe como esposa.
Pero lo que no puedes aceptar es tomar a
sus hermanos también como esposas.
•
¿Me he negado?
•
No lo has hecho y no lo harás, pero
porque así te lo enseñaron, pero no lo aceptas de corazón. Sé que lo haces
porque nuestras costumbres son diferentes
de las de la tribu en que naciste. Lo que no te das cuenta que ahora eres uno de nosotros.
•
Aun podrías volver con los de tu tribu ahora que dicen están
llegando, dijo maliciosamente Sirupré.
•
No, no volveré. Cuando vosotros me
adoptasteis, nací de nuevo. Ahora que he sido
iniciado por el shaman, me debo a la tribu como cualquiera de vosotros.
•
Sabes, dijo Pineabe sombría, que las
gentes de tu tribu llegarán aquí un día y nos harán la guerra.
•
Sucederá o no sucederá. No importa
ahora. Apoena no puede responder ahora,
porque lo haría solamente con sus labios y corazón. Ese día, aun lejano deberá
enfrentar a aquellos que tienen su misma sangre y en esos momentos yo sé que no
dudará sobre lo que tendrá que hacer.
Yo mismo
pensaba entonces que sentido tendría
para los españoles internarse en estas intrincadas selvas donde no se encuentra
oro ni plata. Sin duda su principal objetivo serían esas lejanas e ignotas ciudades de piedra llenas
de riquezas y fácil de reclutar esclavos
que perseguir tribus desnudas que los
eludirían con cierta facilidad.
¡Cuan poco
conocía aun en ese tiempo la codicia,
curiosidad, ambición de tierras de mis
ávidos coterráneos!
+++++++++++
Te estoy
enseñando a se un guerrero shaman. Aun no te he enseñado como tienes que ser
dentro de ti mismo para que llegues a serlo. Tienes que aprender a ser
“impecable”. <un shaman es el ser que
tiene que crear continuamente la unidad
entre los miembros de la tribu, no por lo que aconseja, ni lo que el mismos
hace, sino por lo que él mismo es. Cuando la comunidad en las ocasiones que lo
necesita elige sus capitanes estos no inventan lo que la tribu debe hacer sino
que guian a la tribu en lo que ella quiere y par lo que les ha designado. Esa
voluntad se expresa en los Consejos diarios que se realizan al anochecer. Un
shaman, las amazonas, los grandes guerreros son los ejemplos vivos de lo que la
tribu desea realizar. En ellos es normal, por tanto, que su comportamiento
difiera del común de los demás. Eso siempre ha sido así. Eso es lo que desean
todos. Solamente quien construye arcos y
flechas perfectos puede ser el guía de
los varones de la tribu para que
les imiten en la confección de arcos y flechas.
++++++++
•
Lo que crea la unidad entre los miembros
del clan y de la tribu es el hacer siempre a los otros lo que tu deseas que
ellos hagan por ti. Si haces algún favor
no tienes que tener un objetivo
posterior de retribución, sea el retorno de cualquier orden. Esa es la razón
por la que el cazador no distribuye su caza sino que lo hacen los ancianos y él recibe una parte igual al resto.
Lo que
hacen los otros puede ser diferente a lo que haces tú pero no por eso está mal
hecho. En el bosque nunca existen dos árboles iguales, unos son grandes, otros
pequeños. Todos tienen ramas pero ninguna rama es igual. Ellos forman el
gran bosque que nos hace vivir a nosotros y a un a inmensa variedad de animales.
++++++++++++
Poco a
poco el shaman cayó en un profundo
agotamiento. Pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo. Pensamos que de uno de esos sueños no despertaría más.
Grande fue
nuestro asombro cuando nos anunció que todos saldríamos a cazar con él. Porque
volvíamos de nuevo a la aldea. De ahora en adelante pondríamos en práctica sus enseñanzas.
Estos
periodos de depresión del anciano en
que parecía que le quedaban pocos
momentos de vida y sus resurrecciones repentinas me llenaban de asombro. Era l
a primera vez en mi vida que las observaba en un humano tan viejo como parecía
él.
Nos
reunimos por última vez en la gran gruta del estanque de aguas azulinas. Allí
Yvvi asaba en su cuero un gran pecarí. Todos sin excepción estábamos seguros
que íbamos a enfrentar un nuevo periodo en nuestras vidas. Sirupré y las dos
amazonas estaban completamente des contractadas cosa que yo admiraba sin poderlas
imitar. Nuestra cocinera Yvi estaba radiante de alegría porque por fin volvía definitivamente a la aldea. Ella como
mujer – madre estaba adiestrada a
todas estas circunstancias aun las más penosas, prefería la vida cotidiana de
la aldea y sus relaciones en espera de
un compañero definitivo. La vida con nosotros en la semioscuridad de la gran
caverna y el recorrido de las complicadas galerías no eran de su gusto. Tampoco
del mio sobre todo nosotros que permanecíamos
y nos movíamos habituamente en la completa oscuridad de cubículos y
túneles.
Terminada
la comida limpiamos cuidadosamente el lugar de cualquier desperdicio que
enterramos profundamente y emprendimos
la vuelta a la superficie trepando por las inclinadas chimeneas. Me
parecía increíble haberme habituado un
tanto a aquella vida de troglodita, ahora me movía ágilmente en aquellos
oscuros y misteriosos dédalos, aunque dudaba
si sabría orientarme como mis
compañeros una vez que me alejase de los lugares habituales.
Llegados a
la superficie y a la cuesta que se dirigía a la aldea Yvi tomó el camino de
ella, mientras que nosotros en fila detrás del shaman nos dirigimos al lado
contrario de la montaña.
Ya ahora
decir que el shaman estaba rejuvenecido sería engañar. Nuestro guía era un viejecillo inverosímilmente arrugado,
huesudo y consumido, aunque en modo alguno senil. Su fuerza interior parecía
irradiar a través de su cuerpo.
Aqueella
parte de la selva separada de la aldea por la montaña nunca era frecuentada por la tribu, como si hubiera
sobre ella una especie implícita de tabú. Nosotros, en todas nuestras
expediciones nos movíamos en la selva que
seencontraba entre la aldea y el mar.
Nunc se me
había dicho que este enmarañado bosque porque el que nos deslizábamos
penosamente fuera el territorio de caza
de una tribu vecina diferente de la nuestra. El hecho de lo intrincado del
mismo o el largo camino que se tenía que
recorrer y la áspera ascensión a la montaña me parecían obstáculos que detuviesen
a mis hermanos. La verdad que hasta ahora
me parecía tan natural no dirigirse hacía esta región que nunca había
indagado la causa de ello.
Según
íbamos penetrando en aquella inverosímil
maraña vegetal entre la que siguiendo al anciano, unas veces nos deslizábamos y
otras reptábamos como serpientes al principio añoraba un cortante sable
toledano para ir cortando la vegetación y así abriros un camino, pero poco a
poco me me di cuenta que estaba poniendo
en práctica gran parte de lo aprendido recientemente y aunque fuese de una
manera mucho más torpe de la de mis
compañeros estaba desarrollando un sexto sentio capaz de percibir una hoja que
se moviese en uno de aquellos arboles gigantescos envueltos en una vegetación
imponente y aparentemente impenetrable.
En esta
selva por la que nos deslizábamos no existían senderos recorridos por humanos ni siquiera por
animales. No percibía la presencia de animales, ni escuchaba los vocingleros
monos compañeros de todas nuestras expediciones o el aleto de pájaro alguno.
Quizá es que todos se movían en el nivel
superior, las copas de aquellos gigantes
de muchas varas de altura.
Sin
comunicarme con mis compañeros advertía un comportamiento receloso y cauto
diferente de su habitual manera de comportarse en situaciones semejante a la
que estábamos viviendo. Solamente el shaman
aparecía como siempre o como si en esta situación se encontrase en su
elementos o muy familiarizado.
Caminamos
de esta manera muchas horas hasta que empecé
a escuchar, primero levemente el rumor como de un trueno apagado que lentamente
se iba haciendo más perceptible y fuerte. Cuando desembocamos en un pedazo de cielo azul salpicado.toda su
extensión por olas de espuma que saltaban en el espacio a gran altura,
contemplé una inmensa catarata tan grande y alta como yo nunca había visto nada
semejante enn lugar alguno. El retumbar del trueno ahora era ensordecedor y
creo que la tierra vibraba. Era un espectáculo grandioso y atemorizador.
Un pequeño
rio que caía desde una altura inconmensurable formando aquella cortina de agua
que se desplomaba en una poza que había
excavado en la dura roca.
El shaman
nos permitió que apoyados en nuestras lanzas contemplásemos aquel espectáculo
que mis compañeros parecían desconocer
igualmente que yo. Luego con señas nos indicó que le siguiésemos.
Bordeaos
lentamente la gran poza donde se despeñaba
el agua quedando completamente
bañados por las minúsculas gotas que se expandían muy lejos y que corría por
nuestros cuerpos. Finalmente llegamos lateralmente al comienzo de la catarata o
muro de agua. El anciano se detuvo al mismo borde de la profunda excavación de
tal manera que bastaba con que extendiese su brazo para tocar la violenta manga
de agua. Se volvió sonriente hacia nosotros y con el cuento de su lanza señaló
en sus pies la estruendosa cortina y a continuación con un ligero salto se
precipitó en la violenta cortina y no cayó sino simplemente desapareció. A
pesar de nuestro entrenamiento y
confianza en el anciano permanecimos indecisos. Creo que en aquel
momento ninguno de nosotros dudó que nos arrastrara a un suicidio colectivo.
Sirupré fue el primero en reaccionar y saltó desapareciendo a su vez. Le siguió
Nujena, yo indeciso sentí la agguda
punta de lanza de Pineabe en mi espalda y comprendí que no había
retroceso posible. Tomé aliento y me precipité recibiendo unos instantes como
una lluvia de rodas el terrible golpe de
la cascada que me aplastaba, sin embargo su espesor era pequeño y me encontré inmediatamente junto a
los que me precedieron en una amplia
cavidad como un balcón muy grande que
cerraba el fragoso derrumbe de agua. Inmediatamente se junto con nosotros la
impasible Pineabe.
Por un
motivo que desconozco aquí debajo de la columna de agua el sonido de esta se
apagaba. Al estruendo indescriptible de afuera, aquí había un cierto silencio.
Lo queera muy hermoso era la luz que al atravesar el agua se convertía en
colores semejantes a los del arco iris. Y los cuerpos de mis compañeros
chorreantes de agua reflejaban aquellos hermosos colores.
•
Hemos llegado, dijo sencillamente el shaman
y en sus palabras me dí cuenta lo agotado que se encontraba.
Dicen,
continuó el shaman que existen animales que cuando presienten su muerte se
dirigen a un lugar determinado donde están los restos de sus antepasados. Aquí
vino a morir mi padre y antes que él, su padre. Ahora vengo yo. Ignoro, si
Sirupré mi hijo vendrá a descansar con nosotros, probablemente no será posible
porque la tribu tendrá que peregrinar de nuevo para huir de los extranjeros.
Deberán alejarse de estos lugares benditos en que hemos habitado por muchas
generaciones. Así olvidamos que el caminar forma parte de la vida de toda
tribu, más pronto o más tarde..
Este es un
lugar admirable para entrar en otra vida que uno no conoce. Sé muy bien que
vosotros ignorantes de lo que existe detrás de la cortina de agua tuvisteis el
pensamiento que os conducía a la muerte.
Lo sé porque igualmente me ocurrió a mí acompañando a mi padre cuando por
primera vez cruce el agua. Un instante
durante el que pensasteis morir y luego ya estabais al otro lado
cubiertos de esta claridad maravillosa
, es
posible que mis antepasados escogieron este lugar para hacer comprender a los
elegidos el paso a un nuevo nacimiento y una nueva vida. Todos pensasteis que
detrás de la cortina de agua existía una pared de roca y no esta luz y
hermosura.
Mientras decía estas cosas no podíamos menos de darle la razón dentro
de nosotros mismos. Contemplábamos al viejecillo sentado en el piso con las
piernas cruzadas bañado en los resplandores multicolores de la luz que se
filtraba a través del agua de la catarata.
•
Es lo que pensaban nuestros antepasados,
seguía diciendo él, pasamos de una luz a otra más hermosa. Por eso ellos no
temían la muerte aya que decían que era como el vuelo de un pájaro que va
planeando en el cielo, de repente cierra las alas en la cima de un gran árbol.
Temo que ninguno de vosotros morirá de esa dulce manera, pero sea como fuere siempre será como atravesar un
agua más o menos turbulenta.
•
Ahora quiero que escuchéis mis ultimas
instrucciones Os iréis a la aldea.
•
Sirupré tomará mi lugar en el clan y
frente a la tribu porque ya es el custodio de los conocimientos más sagrados de
nuestra tribu. Desde la curación de heridas y enfermedades hasta las normas que
nos dejaron nuestros antepasados para los momentos de mayor amenaza a la
sobrevivencia de la tribu.
•
Cuando hay transcurrido una luna a partir
de ahora, Sirupré volverá a este lugar.
Tomará mi cuerpo y lo conducirá por el corredor que se encuentra más allá hasta una cueva pequeña donde
descansan mis padres. Me colocará entre ellos y volverá a la tribu. Nadie
deberá conocer donde reposa mi cuerpo.
A estas
palabras de su padre, Sirupré se volvió y atravesó decididamente hacia afuera
la gran cortina de agua. No era un acto inhumano sino lo que se esperaba que hiciese.
Los demás le seguimos. Lo inesperado del desenlace no me permitió la intensa
emoción del momento. Siguiendo a los otros atravesando la selva me decía que
quedaría para siempre en mi memoria la maravillosa imagen del anciano
transfigurado en su paz y bañado por aquellos milagrosos colores.
+++++++++++
IX. SE
ANUNCIA QUE LLEGAN LOS INVASORES.
Desde mi nuevo nacimiento en este mundo de lo natural ya han pasado
diez y seis años. Años transcurridos para mí en un soplo lleno de
acontecimientos.
Sin embargo desde que llegué tuve el convencimiento que llegaría el
momento ineludible y temible, mis antiguos connacionales llegarían para conquistar estas regiones.
Ahora, en el transcurso de los últimos años habían estado llegando
continuas noticias de que en lugares muy lejanos se habían visto las enormes
canoas de los extranjeros. Estas noticias se escuchaban sin mucha inquietud
entre las gentes de la tribu a pesar de
llegar adornadas con barrocas
narraciones sobre ellos y todo lo
que les rodeaba. Yo sabía muy bien que llegarían cada vez en mayor número y que
se irían aproximando a nuestro territorio en su ansia de buscar oro.
Cuando reflexiono en la frase
íntima como denomino a los españoles
como antiguos compatriotas comprendo
que he renegado de mis raíces
identificándome profundamente con mi nueva manera de vivir y ser. No deseo ser
un renegado, me encantaría ser un hombre
de dos mundos en que se conjugase lo mejor de ambos. Desde luego esto me parece
muy difícil tanto en lo personal cuanto a la comprensión de las gentes entre que nací que se sienten
infinitamente superiores y desprecian a
todos los que no piensan y viven como ellos..ciertamente que el único
pensamiento que les domina es apoderarse de estas tierras y reducir a la
esclavitud a sus ocupantes para que generen riqueza y honor para ellos. Este
horrendo designio, hace treinta generaciones que ya no era aceptado por mi
antecesor el glorioso Cid Campeador mi antecesor. Intentó en valencia que
conviviesen en igualdad y respeto moros y cristianos. Nunca pensó en
arrojar a los árabes de la perla de
levante y menos aun, convertirlos en esclavos.
Estos pensamientos me hacen comprender que nunca podremos llegar a un entendimiento con
los españoles y por tanto mi deber ineludible de si llega la ocasión cierta tener que luchar
contra ellos. En la tradición de leal caballero que teóricamente me enseñaron
ya que escaso la cumplen he de tomar el
partido de los agredidos.
En esa época, probablemente influenciado por esos pensamientos tuve el siguiente sueño:
“Estaba muy lejos de aquí en una comarca y lugar diferente.
No me parecía soñar sino que era la realidad cierta. Como despertando de un
largo desvanecimiento. No me podía mover y sentía todo muy cuerpo muy dolorido.
Me encontraba en el centro de una amplia playa, La claridad era muy tenue pero
distinguía claramente los alrededores. Detrás mio un bosque y al pie de los
árboles grandes cabañas de troncos y techos puntiagudos, parecidas a las
cabañas de los montañeses del norte de España. Silencio y soledad absoluta.
¿Por qué me era imposible moverme? ¿Por qué esa continua sensación de
estrangulamiento?
Acabe dándome cuenta que tenía el cuello apretado por un aro de hierro firmemente apretado a un madero al
que estaba encadenado de pies y manos. Poco a poco, me dí cuenta que era un
tosco remedo de las picotas de las ciudades de España donde se da tormento y se
ejecuta a los criminales.
Merodeaban a mi alrededor multitud de perros de guerra. Perros de España, lebreles y enormes alanos. Se
acercaban erizados y me gruñían amenazadores.
Pasado un tiempo empecé asentir
el olor a humo. No era el olor habitual de las maderas que quemaban en nuestras aldeas. Penosamente tratando de mirar hacía arriba percibí que el
humo salía de alguna de las cabañas por el techo lo que significaba que no tenían chimeneas. Olor de fritos tal como se
podría haber olido en una aldea de españoles.
Repentinamente se me impuso la realidad me encontraba prisionero en una aldea de los invasores y
preparado para mi ejecución.
Se empezó a sentir movimiento
en el poblado. Gritos con órdenes caseras, juramentos, palabras fuertes,
blasfemias. Un soldado a medio vestir pero llevando puesta la cota de malla se
acercó al pilori y apretó mis ataduras. Al verme despierto me dirigió los insultos más obscenos de su
repertorio. Parecía alguien muy joven. Lentamente se aumentó el movimiento en la aldea aunque
nadie se acercó. Yo estaba en un lugar alto
el sol comenzó a quemar con fuerza mi cuerpo.
Sonó largo y lúgubre la trompeta llamando a reunión. Los pobladores se
fueron congregando a mi alrededor. Soldados en su mayoría forrados de hiero y
cuero. Algunas mujeres indias cubiertas
con grotescos harapos. Percibía el odio
con que me contemplaban, ahora en silencio.
La trompeta dio la orden de
Asamblea. Las gentes que me rodeaban formaron un circuloaun más compacto.
Pronto abrieron paso a una fila de hijosdalgo engreídos seguidos de unos
obsequiosos indios que portaban toscos banquillos bajos. Se sentaron frente a
mí en n remdo de tribunal.
El que presidía habló solemne:
•
Como camaradas de
armas, como hermanos, como varones embarcados en una misma aventura debemos
juzgar rigurosamente este raro e
increíble caso, único en la historia
peor que el de los desgraciados renegados argelinos
Cedo la palabra:
•
No sólo es increíble
sino que muestra una demencia demoniaca.
•
Es cierto. Los
tormentos han demostrado que no es loco ni pobre de espíritu. Esa persona
degrada que tenemos ante nuestros ojos, sabía muy bien lo que hacía y no es
digno de la menor misericordia.
El que actuaba como juez intervino:
•
Nos encontramos con el
caso inaudito de alguien que ha cometido
un crimenn contra Dios nuestro Señor y
de leda patria. Aun más grave es el pésimo ejemplo que ha dado a estos desgraciados
indios nuestros temporales aliados,
puesto que ninguno de los tormentos que le hemos dado le ha hecho desdecirse de sus crímenes.
•
Excelentísimo juez,
comenzó alguien que vestía como clérigo, es importante arrancar el mal de raíz
en forma ejemplar antes que crezca. Allende los mares he tenido la gracia de
asistir a muchos autos de fe por herejía, brujería, magia negra, deshonestidad,
pero a esta bestia la hoguera sería una bendición porque es renegado, apostata
y profesa todos cuantos crímenes he
descrito.
Imaginad, alguien que ha declarado como él lo ha hecho ser un español
de claro linaje no sólo aceptó todas las nefandas costumbres de esos indios
idólatras y pervertidos sino que añadió ultrajes a su linaje permaneciendo en
cocubinato con varias indias a la vez todas hermanas entre sí. Nos califica
como un puñado de aventureros sin dios
ni ley.
•
Mal abogado defensor
serías como vuestra tonsura obliga, dijo alguien.
•
Piadoso abogado
deberías decir, contestó el clérigo, dada la enormidad de los delitos de este
aborto del diablo ¡que Dios confunda!
•
El clérigo Don Lope de
la Aguada, cortó el juez, ha hablado elocuentemente. Mi embarazo no consiste en
determinar la gravedad de sus delitos sino la aplicación de una sentencia que
sea ejemplar y que quede por años impresa en la mente de todos estos indios
depravados como señal de que frente a sus delitos ni siquiera fuimos piadosos
con alguien que fue uno de nosotros y renegó de ello.
•
Excelente Juez, dijo
una voz femenina, renegados ha habido siempre y la Santa Iglesia supo perdonarles,
porque lo hicieron no pudiendo soportar
la esclavitud y sus tormentos cuando fueron hechos prisioneros por los moros.
Yo he conocido muchos.
•
Hacerse indio,
respondió el exaltado clérigo, es volver voluntariamente a convertirse en
animal. Vean a esos indios “pelados” como era este que andan con sus partes
pudendas al aire preparados para cometer
continuamente toda serie de abominaciones con hembras y también con
varones y todo ello públicamente.
Pido que su ejecución y tormento final sea en las partes que pecó.
•
¿Por qué ofendes a
Dios, dije en un gemido doloroso, que nos creó desnudos, y además macho y
hembra?
El clérigo incorporándose avanzó hacía mí y me
escupió repetidamente a la cara gritándome, ¡perro blasfemo!
•
Cubrid mi desnudez
ahora ya que tanto os ofende. Vestidme con hermosas ropas en vez de estos
desgarros de mi cuerpo sagrado.
•
Sabe desalmado que
ahora tu desnudez es el escarnio que se da a un reo como tú para que el verdugo ejecute sobre su cuerpo la santa ira de Dios.
•
Pides hermosas ropas
exijo que se te arranque la piel ya que
eres indigno de tu condición humana
•
Os pido que empleéis
vuestra ira. El castigo seguirá al
juicio y la sentencia.
•
Perdonad Excelencia
pero esa boca blasfema debe ser callada, exigimos que se le arranque la lengua.
•
Ya lo habría ordenado
si no tuviera que confesarnos aun muchos secretos útiles al servicio de su
Majestad.
•
Estamos rodeados de
enemigos, Excelencia, lo importante es que confiese el número de guerreros, el
lugar donde se encuentran las aldeas y la manera de llegar a ellas, la
ubicación de las minas de oro sobre todo.
•
Tranquilo, Don Juan,
todo tendrá su momento.
•
Yo no soy juez, ni
clérigo, lo que pido es que se apure el juicio para que este miserable confiese
cuanto sabe.
•
Soldado, un ser tan
depravado como este ya no tiene nada más que perder y no confesará tan
fácilmente. Habiendo pertenecido a una noble familia no deseo que más tarde en
mi juicio de residencia se me acuse que le hice perecer en el tormento por
codicia y no por la aplicación de un justo juicio.
•
Escribano levante acta
de estas deliberaciones para que queden
como instrumento público de lo actuado. Por tanto daré cumplimiento al proceso:
•
A ti AlvaroDiaz del
Vivar conmino, antes que se reunan los jueces para determinar tu sentencia y proclamo que habiendo llegado a estas tierras hace diez y ocho años debido a un naufragio fuiste
salvado y acogido por indios. Te conmino que renunciando a sus costumbres
paganas que adoptaste te sometas de nuevo al sagrado gremio de la Santa Iglesia Católica y la
obediencia debida a su Majestad nuestro señor el rey Carlos I. En consecuencia
que nos facilites cuanto conoces sobre los indios entre los que viviste, nos
conduzcas a sus aldeas y minas. Si esto ejecutas podemos aplicarte una
sentencia más benigna de acuerdo con tus crímenes y apostasías.
Ante tantos despropósitos en medio de mi
agotamiento me sentí posedio de una energía nueva y grité con todas mis
fuerzas:
•
Los que me salvaron y
adoptaron como uno de ellos fueron y son mis padres y hermanos a una nueva vida
más verdaderamente humana. Mientras tenga fuerzas no los traicionaré aunque por
ello reciba todo el peso de la soberbia asesina de aquellos
cuyo solo dios es el oro.
•
¿Quién os ha dado
poder para invadir estas tierras y esclavizar a sus habitantes? ¿a pueblos
naturales y nobles que han vivido libres
en estos lugares durante milenios?
Mi voz se estranguló porque alguien apretó con ferocidad el torniquete que rodeaba mi cuello y probablemente me desmayé.
Cuando recobré penosamente el conocimiento
con la terrible presión en mi cuello se estaba leyendo mi sentencia:
….Y otrosí dada la enormidad de unos crímenes que no se ajustan a ley
alguna de nación cristiana ordenamos que su cuerpo se atormentado hasta que
confiese todo aquello que se juzgue
necesario para la salvaguarda de esta recién fundada ciudad.
Otrosí, si el susodicho Alvaro sobrevírese aun o fuese cadáver será atravesado por una lanza desde aus partes naturales y se
le arrancará toda la piel de su cuerpo
que finalmente descuartizado será arrojado a los perros…
Desperté terriblemente conmocionado, gritando y transpirando
copiosamente. Me rodeaban mis esposas
asustadas y sobresaltadas. Nunca pude revelar a nadie este horrible
sueño que me parecía premonitorio si caía en manos de mis antiguos
connacionales.
Años atrás habría afirmado que ni la más espantosa tortura me haría
flaquear. Con los años y la experiencia prefiero que esto no me suceda. Mi
decisión absoluta es la de morir matando, nunca ser hecho prisionero.
Después de mucho meditar en
aquella horrible pesadilla me decidí a pedir a Pineabe que cuando luchásemos con los invasores si se daba
cuenta que iba a caer prisionero que
ellame matase. No la quise angustiar con mi sueño porque ellos creen mucho en
los sueños. A pesar de su promesa formal, no he podido desde entonces perder
mis aprensiones.
X. LA
NACIÓN DE LOS SABIOS SE INQUIETA. LOS OLMECAS.
Un atardecer al escuchar los
acostumbrados aullidos de los lejanos centinelas que indicaban que se
acercaba a la aldea gentes desconocidas me hicieron saltar de mi hamaca y
correr a empuñar mi lanza. Pronto llegó un mensajero y Sirupré con un grupo de
guerreros partió hacía el bosque.
Sin duda se trataba de una visita fuera de lo corriente, pero nadie se
armó como para repeler un ataque. Tampoco
nadie se movilizó hacía la maloca
donde se recibía a los extranjeros.
Dada mi ya larga experiencia en la tribu me convencía que hacer
preguntas era algo indigno de un guerrero. Solamente debía controlar mi
curiosidad y mantenerme tranquilo y preparado para cualquier emergencia. Toda
la aldea esperaba incluyendo mujeres y niños pero vacando a sus quehaceres
ordinarios como si nada fuera de lo
común sucediese.
Pasó aun mucho tiempo puesto que la avanzada de centinelas se
encontraba a larga distancia de la aldea. En un momento dado sin advertir
reacción alguna en los otros percibí con ese nuevo instinto que se había
desarrollado lentamente en mí que ya estaban de vuelta. Pronto apareció en el
lindero de los árboles que rodeaban la aldea el grupo de guerreros que partió. Detrás de ellos, en fila seguían
cuatro hombres muy singulares en nada parecidos a las gentes que yo había
alcanzado a conocer de tribus vecinas detrás de ellos caminaba Sirupré con el
resto de nuestros guerreros.
Aquellos hombres parecían
rodeados por los nuestros como en señal
de honor y respeto. Ellos era unos colosos imponentes que sobresalían una
cabeza sobre el más alto de nuestros guerreros. Era muy llamativa la anchura de
sus hombros con unos músculos muy marcados. Su cabeza era muy grande. A pesar
de su aparente pesadez caminaba con esa agilidad que solamente poseían nuestras
amazonas.
Pensé que según es nuestra costumbre
se habían acicalado antes de
tomar contacto con nosotros. Sus cuerpos brillabban como ungidos con
aceite. Al principio pensé que portaban sobre la cabez una especie de casquete,
para darme cuenta enseguida que era su pelo cortado mucho más largo que
nosotros y amasado con algún tipo de substancia, En ese pelo como casco
llevaban atravesadas multicolores plumas. Tampoco iban completamente desnudos
como nosotros, sino que llevaban unos delantalillos muy angostos que daban una
vuelta a su cintura y que caian graciosamente por delante y detrás de ellos
hasta sus rodillas. Eran verdaderas telas
delicadamente bordadas y las partes colgantes terminaban en flecos y borlas de colores. Tampoco
caminaban descalzos sino que llevaban unas sandalias como de cordel que se
sujetaban en los dedos de sus pies y que
me pareciron por lo nuevas más ceremoniales que de uso corriente. Las armas que
portaban eran muy diferentes a las nuestras, excepto sus enormes arcos. Macanas
con magos tallados y rematadas por afiladas piedras negras. Igualmente de sus
pechos pendían cuchillos de una piedra negra afiladísima. Como nosotros también
llevaban antebraceros y rodilleras pero no de fibras vegetales sino tejidas
esmeradamente con diversos colores.
Cuando ya estuvieron cerca lo
que les hacía aun más diferentes era sus rostros tan absolutamente diferente
de la tribu, y del mio propio. Eran caras rectangulares de
ángulos duros y pronunciados. Narices anchas y labios gruesos y carnosos. Sus
grandes ojos eran muy negros y vivos. Había algo en ellos que me recordaba las
estatuas de los antiguos romanos que había visto cerca de Roma. Uno de ellos, el cuchillo que
pendía de su cuello era transparente, quizá de cristal de roca. Más tarde supe
que los llamaban Tokikura y que era un distintivo y poderoso talismán respetado
y como pasaporte reconocido por todas las tribus de esta inmensa isla.
Llegados a la plaza de la aldea Sirupré les condujo como a cualquier
otra visita ala cobertizo maloca donde se recibía a los huéspedes.
Los extranjeros reposaron en sus hamacas hasta la tarde sin que se les
hiciese la recepción acostumbrada de ofrecimiento de los rollos de tabaco. Al
Consejo tribal no faltó absolutamente nadie. Aquella visita que más parecía
embajada me tenía altamente suspenso. Nadie m e trataba de dar explicaciones
como solía suceder en otras ocasiones, considerada mi persona que era aun ignorante del sentido de muchos
acontecimientos.
El consejo comenzó en forma inhabitual. Sirupré rodeado de los
principales capitanes entre los que ya me encontraba yo nos dirigimos a la
maloca de los huéspedes. Estos se encontraban
hieráticos al pie de sus hamacas, Sirupré tomó de la mano a quien
parecía el jefe, le siguiron los otros a quienes nosotros rodeamos y nos
dirigimos hacía la gran hoguera en que
estaba reunida y sentada toda la tribu. Se les ofreció unos grandes cueros
nuevos y aquellos macizos hombres se
sentaron graciosa y ágilmente con las piernas cruzadas y las espaldas muy
derechas.
Había un gran silencio y fue largo. Era como un momento meditativo. No
era como siempre el silencio cortado por
los juegos y carreras de los niños que continuaban en sus bullicios de la
tarde.. Por fin Sirupré se lanzó en un modulado y estudiado discurso cuyo
contenido era lo honrados que nos sentíamos por recibir una embajada de los
grandes y sabios Olmecas.
Terminado el discurso todos esperamos en silencio la respuesta de
nuestros invitados, Uno tomó la palabra, Conocía bien nuestra lengua, pero se
expresaba e n una forma más gutural y un tanto extraña. Su brevedad yo la
atribuí a problemas linguisticos hasta que supe que era su manera corriente de
expresarse.
•
Somos los enviados del Primer Orador de
los olmecas. Hemos sabido que están llegando a nuestro mundo tribus de cara
pálida y peluda que proceden del otro
lado de la Gran agua. Viene a ocupar
nuestras tierras.
Los sabios
conocen que uno de esos humanos llegó a
vuestras tierras y le adoptasteis como uno de vosotros. El Orador os pide
que que lo llevéis a presentarse ante
los sabios para que nos hable de las costumbres e intenciones de los invasores.
Este es el mensaje que os traemos.
Qquede petrificado al escuchar aquellas palabras que hacían clara
referencia a mí. En ocasiones escuché al viejo shaman hablar del fabuloso
pueblo de los olmecas. El decía que en su juventud los había visitado. Más aun,
afirmaba que gran parte de la sabiduría de todos los shamanes había sido
enseñada por ellos. Tanto los alababa que yo los concebí como un pueblo mítico
que en realidad no existía. Ahora no solo los tenía delante, sino que ellos
venían en mi busca. Sentí el deseo de conocerles, pero sabía bien que la
decisión no dependía de mí sino del Consejo de
mi tribu y yo acataría las
decisiones que ellos tomasen.
Sirupré tomo la palabra:
•
Venerables hermanos, hemos escuchado con
atención vuestras palabras y las ponemos
en nuestro corazón. Habéis hecho un viaje largo y penoso. Comeréis,
descansareis y la tribu meditará en vuestras palabras.
Era, más o
menos, la repuesta diplomática que yo esperaba. En la tribu no se tomaban
decisiones en forma precipitada.
En la mañana siguiente todos advertimos que si bien los olmecas habían
realizado u n largo y penoso viaje para llegar hasta nosotros tenían igualmente
su especial manera de comportarse como huéspedes.
Habían abandonado sus delantales y adornos, su pelo estaba liberado de
su apelmazado casco y sujeto por una
atadura de envira. Empuñando sus armas se sumergieron en el bosque. En
la tarde llegaron cargados con abundante caza y muchos frutos, algunos que
desconocíamos a pesar de encontrarse en el bosque que frecuentábamos. La recolección la depositaron a los pies de los ancianos como
era la costumbre para que la repartiesen. Eran huéspedes que desde el primer
momento contribuían al alimento común y que no se iban dejar festejar a
expensas de la tribu. Este proceder causó admiración y despertó la simpatía general
hacia ellos.
+++++++++++
Finalmente la tribu no tuvo objeción alguna que yo partiese con los
olmecas. Sirupré habría deseado acompañarme pero sus deberes no le permitían
alejarse tanto tiempo de la tribu.
Se decidió darme una escolta tanto de honor como para que
dirigiese mi regreso. La formaban dos amazonas, mi esposa Pineabe y
Nujena y dos importantes guerreros aebe y Sokino. Pineabe deseaba poco
dejar a nuestro hijo Ureita. Por lo demás, una amazona en los raros
casos en como ella parean un hijo nunca lo criaban sino que lo entregaban
inmediatamente a una nodriza, en este caso la hermana de Pineabe que era mi
segunda esposa. Normalmente me deberían haber acompañado únicamente los
guerreros, pero creo que aun me consideraban una especie de inválido y quizá
siempre tenían un resto de desconfianza hacia mí.
Desde el momento que la tribu aceptó mi viaje y designó mis
acompañantes los olmecas tomaron la
dirección de los preparativos.
Explicaron que el viaje siendo muy largo debíamos llevar provisiones
adecuadas de manera que no tuviéramos que perder tiempo en cazar y por ello
disminuir el largo de nuestras jornadas. Nos demostraron tener una eficiencia
práctica mucho mayor que ninguno de nosotros. Todo parecía estar sabiamente
calculado desde el número y calidad de las flechas hasta el último detalle. Lo
principal del alimento se componía de carne ahumada, molida apretada en
pequeños ladrillos pescado de la misma forma y gran catidad de fruta seca. Nos
enseñaron a tejer mallas para llevar en la espalda infinitamente más liviansas que nuestras acostumbradas
bahura.
Como de costumbre no hubo despedida entre nosotros. Yo más expresivo
no podía disimular mis preocupaciones dejando mis mujeres y ya numerosos hijos,
sobre todo mi hijo preferido Ureíta. Sabía bastante bien que en un viaje tan
largo teníamos que atravesar los territorios de diversas naciones entre
ellas muchas ciudades de belicosos
náhuatles y estar cerca de la poderosa Technochtilant. Confiaba en la sabiduría
y prestigio de los olmecas, lo que ignoraba entonces que poseían un
salvoconducto que los hacía sagrado e intocable como dioses vivientes.
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Desde la salida de nuestra aldea observamos un orden que nunca se
alteró. Abría la marcha el jefe de los olmecas y le seguía uno de sus
compañeros. Les seguían las dos
amazonas. A continuación iba yo con mis dos acompañantes y cerraban la
marcha los otros dos olmecas. Indudablemente íbamos siempre en una fila única
de a uno. En una ocasión pregunté or qué seguíamos aquel orden y me contestaron
que er el único que nos daba una protección adecuada.
Los olmecas o tenían un sentido de la orientación especial o bien
conocían todo el país como la palma de su mano. En ningún momento se les notaba duda alguna por la dirección u
orientación que debían tomar. Según advertí caminábamos siempre hacía el
noroeste.
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Aunque se sea indio no es fácil caminar por la selva. Cuando e hace
sin rumbo fijo persiguiendo la caza y en lugares que se frecuenta uno acaba por
acostumbrarse con cierta facilidad. Es muy distinto cuando se camina con un rumbo determinado y
se trata de avanzar lo más posible cada jornada. Se debe estar concentrado en
caminar, evitar obstáculos y deslizarse por aberturas desapercibidas de una vegetación salvaje.
Esto pone a prueba la mayor destreza y una continua flexibilidad física. Una
monotonía de caminar siempre
deslizándose en un túnel verde y sombrío pone a prueba los nervios mejor
templados.
Los olmecas a pesar de su enorme talla y corpulencia, demostraban una
gran superioridad sobre nosotros. Los primeros días no nos exigieron mucho.
Según avanzábamos fueron acelerando la
marcha hasta niveles que los primeros
días me hubieran parecido imposibles. Las amazonas eran las que se plegaban
mejor a aquel género de marcha, para mí era absolutamente agotadora y mis
compañeros con su tradicional orgullo ocultaban completamente sus sentimientos.
Se me antojó que los olmecas nos estaban observando y probando. Al décimo día de marcha los olmecas sacaron
su primera carta de la manga lo que es mucho decir, frente a personas
absolutamente desnudas. Hasta ese momento caminamos siempre en silencio. Los
olmecas en un momento dado empezaron a cantar en un tono muy suave, con
extrañas palabras que en sí mismas parecían musicales. El ritmo era extraño,
obsesionante y pegajoso. A los pocos momentos todos lo habíamos captado y lo
repetíamos con extraña facilidad. Ellos aprobaban. Increíblemente con el canto
parecía que entrábamos en una especie de trance y caminábamos fácilmente ahora que habíamos salido de la selva y nos
internábamos en inmensas praderas herbosas.
Cuando finalmente acabamos con las provisiones que llevábamos hicimos
un largo alto y nos dedicamos a cazar, recolectar y preparar provisiones con el
consabido ahumado, secado y molido. En este alto observamos que los olmecas
eran muy superiores a nosotros en el
conocimiento de todo aquello que podía servir de alimento. También conocimos un
tipo de arma que es un largo canuto por el que se lanza una pequeña flecha
envenenada y que ellos llamaban cerbatana.
Era fabuloso el conocimiento que tenían de plantas no solamente
alimenticias, sino también curativas para las frecuentes heridas que nuestro avance nos ocasionaba. Mu buenos y
rápidos para la extracción de espinas y sobre todo de las miguas y otros
insectos parecidos que se alojan bajo las uñas o la piel. Estos animalillos
deben ser extraidos sin romperlos, se hace con un palito aguzado o una larga y
fuerte espina.
La selva en la que volvimos a penetrar a los veinte días era muy
diferente de la que rodeaba a nuestra tribu. Había multitud de especies de
árboles diferentes que ni yo ni ninguno de mis compañeros sabíamos reconocer.
Mcha abundancia de culebras venenosas.
Los olmecas nos enseñaron un silbido especial que detenía sus ataques y nos
enseñaron a reconocer con facilidad la mimetización de estos animales con lo
que les rodeaba para que supiésemos como evitarlos y menos aun pisarlos por
inadvertencia. En cambio los ríos eran cada vez menos y poco importantes. A
veces la selva se aclaraba y caminábamos por espacios muy áridos cubiertos con
arbustos espinosos alejados unos de otros. Encontramos también como pequeñas
lagunas o pozos muy grandes que ellos dijeron se llamaban cenotes y que , según
decían, tenían muchas brazas de profundidad. Mucho después supe que eran
lugares en que las gentes cercanas sacrificaban a sus dioses y solían arrojar a
personas vivas en sacrificio.
Lo que no solamente amí sino a todos nosotros nos extrañaba es que
después de tantos días de viaje no hubiésemos encontrado ningún ser humano ni
siquiera rastros de ellos, u olor de
fogatas lejanas. Cuando, por fin nos
atrevimos a preguntarles la causa nos contestaron que habíamos atravesado los territorios de diversas tribus, incluso
de las que tenían las ciudades de piedra, pero que debíamos llegar lo antes
posible ante la presencia de los Grandes Ancianos (olmecas) y que de todas
maneras conoceríamos muy pronto a muchos de los habitantes de aquellas
regiones.
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XI. LA
NACIÓN DE LOS OLMECAS
Habíamos viajado tantos días juntos participando de un
compañerismo intenso que yo ya sentía
que se estaban derritiendo las barreras que nos separaban de aquellos seres
humano extraordinarios. Igualmente se nos hacía más transparente su lenguaje breve
y conciso. Empecé a darme cuenta que siendo este lenguaje tan diferente de
la ampulosidad hispánica era muy hermoso
y expresivo en su escueta sobriedad y comunicaba los mensajes con mayor pureza.
A pesar que poco antes los olmecas nos advirtieron que pronto contemplaríamos algo inconcebible
muy pronto y creado por manos humanas, fue demasiado fuerte la impresión que
sufrimos todos, tanto mis compañeros como yo mismo que había contemplado tantas
maravillas en mi país de nacimiento.
Salimos casi repentinamente del bosque y nos encontramos frente a una
amplia avenida libre de toda vegetación flanqueada a ambos lados por
gigantescas pétreas estatuas de una sola pieza. Esa avenida estaba enlosada
igualmente por gigantescas losas de
piedra incomparablemente más grandes que
las que se ven en las antiguas calzadas
costruidas, según dicen, por los romanos. Esas carreteras que me habían admirado en la cercanía de algunas ciudades españolas
y la famosa via Apia cerca de Roma. Este recto camino que se abria ante
nosotros parecía hecho por gigantes y para gigantes. Ancho de unas veinte varas
y largo como de una legua si como pensé
se terminaba en aquellos como grandes castillos que se divisaban en la lejanía.
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